Puedo presumir de que no he tenido malas experiencias en estos mundos del bdsm. La noche es joven, claro, pero quizás por tener la suerte que tienen los tontos, por que tengo claros mis límites y prioridades o por que no tengo ni físico ni hacienda que aprovechar, a día de hoy puedo presumir de ello. No me ha traumatizado Elise Sutton ni me he pasado semanas castigado con cadenas en un pozo, saliendo hecho una piltrafa humana y llorando. Sin embargo, si quitamos la palabra “malas” y la sustituimos por...er...”incómodas” o “desagradables”, pues es cierto que en mi largo o corto peregrinar alguna he tenido. Y hoy voy a relatar una de ellas.
Fue en una subasta de esclavos. Bueno, más concretamente, fue siendo subastado como esclavo. Una experiencia que no sólo no me dió ningún puto morbo si no que maldita la gracia que me hizo. Por aquello de la caballerosidad, no voy a decir el lugar ni los nombres de los implicados/as.
He de ser sincero; mi primera intención era relatar esta anécdota, sucedida años ha, con toda mi mala bilis (que aseguro que es mucha cuando me lo propongo), haciendo una especie de venganza absurda y ajuste de cuentas que en mi limitada capacidad mental tendría el sentido de la justicia y el triunfo. Pero comentando esta idea aquí y allá me dijeron que era patético. Primero, que si quiero dar pena que me ponga en la puerta de una iglesia, segundo que no fue para tanto, que yo también soy la polla. Esos argumentos, evidentemente, me la sudan. Pero fue un tercero el que puso freno al tono inicial del escrito, y es que uno de los amigos de una de las implicadas me aseguró que de haber sabido la susodicha lo que voy a contar se hubiera sentido mal y me hubiera pedido disculpas.Eso me pudo, he de reconocerlo.
Bueno; la cosa es que Zoe y yo fuimos a una especie de fiesta bdsm más o menos privada y en ella se hicieron una serie de actividades conjuntas. Una especie de juegos sado maso tipo club Megatrix con el fin de amenizar la velada y tal. He de reconocer que se hicieron con la mejor de las intenciones y ahí no hay nada a reprochar, faltaría más. Sin embargo, a mí los juegos de ese estilo me recuerdan a cuando era pequeño, estaba más gordo todavía que ahora, y siempre llegaba el último en las carreras de sacos o similares que se hacían en el colegio. Tengo un trauma, vale, pero si no me lo ha podido quitar una noche loca con Angelina Jolie no lo voy a superar ahora. Así que ya de entrada mi negatividad era perceptible.

A esto hay que añadir, para contarlo un poco todo, que estábamos con un grupo de gente. Algunos eran amigos, otros conocidos y otros gente muy maja y tal pero que no conocíamos de nada.Como era una fiesta de rol, había que ponerse el disfraz de buen sumiso y servir y no hablar y tal, acorde con la concurrencia. Algo que me repatea el hígado, he de reconocer. Pero bueno, a eso sí sabía a lo que iba y como en el fondo soy un sumiso estupendo (ejem,ejem) tampoco pasa nada por hacer de servil camarero y dócil esclavo y tal. La ley me la sé, otra cosa es que la cumpla. Una vez al año no hace daño, y ya sabemos aquello de que si puedes caminar entre reyes y hablar con mendigos serás un hombre, hijo mío. Que a veces hay que portarse, vaya. Con mi Señora no me importa, pero había por ahí alguna que otra cantamañanas que a punto estuve de darle un bandejazo en la cabeza, pero bueno, yo paciencia y falsedad tengo mucha y no me viene de ahí.
A lo que iba; de repente nos dicen que una de esas actividades (repito, hechas con toda la mejor intención) era una subasta de esclavos. Zoe y yo nos miramos y sin decir nada nos dijimos: “somos gente de bien, educada y social, nos prestamos a los que nos echen por que no es cuestión de dar el cante”. Las convenciones sociales y todo eso, que en este mundo de locos y pervertidos también tenemos.
Hasta aquí nada a remarcar salvo mis quejas de Pitufo gruñón esto-no-es-lo-que-yo-quiero. Así que me aguanto y punto. También, justo es decirlo, nadie me puso una pistola ni para ir a la fiesta ni para participar en las actividades ni nada. Así que desde ya digo que de todo lo que he escrito o escriba la culpa es mía por aceptar. Con las excusas que quiera, vale, por dejarme arrastrar o por lo que sea, pero siempre tuve y tengo en todo momento mi capacidad de elección. Y elejí libremente prestarme a la tontería esta de la subasta. Craso error.
Voy a tomarme un valium y una copa de coñac antes de proseguir por que he dicho que el tono no va a ser revanchista ni de mala bilis. Hecho. Vuelvo. Pues nada, que eso, nos pusieron a los sumisos en fila y una mala pu....una ama de cuyo nombre no quiero acordarme hacía de maestra de ceremonias e iba presentando a los sumisos a fin de que las otras Amas pujasen por ellos, con dinero del Monopoly y con la única norma de no pujar por su propio sumiso. No recuerdo si éramos 5 o 6, pero por ahí andaría.
Bueno, todos estábamos más o menos desnudos, salvo collar o complementos similares, y yo he de reconocer

que tenía la polla como un cacahuete, por que a mí esto de empalmar con gente delante y ante paripés que no me gustan como que me cuesta. Pues cuando llegó el turno de mi presentación, aparte de que no estaba disfrutando la gracia, aparte de que me encontraba incómodo y fuera de lugar, aparte de todo eso...la susodicha ama hizo una (o varias) supuesta (s) gracias con que con esa mierda de polla a ver quién narices me iba a comprar.
No recuerdo si la fulminé con mi mirada, me dió un bajón anímico o, conociéndome, ambas cosas a la vez.(Yo reacciono a los bajones anímicos fulminando personas). Lo que sí que recuerdo es que me sentí mal y que consideré que eso estaba fuera de lugar. Como mi persona se caracteriza por tener temple y estilo, seguí la cosa como si nada, igual incluso sonreí falsamente. Pero lo cierto es que me tocó. Me generó una sensación de incomodidad que no quería tener. ¿Culpa mía por prestarme a ello? Sí. ¿No es para tanto y tenía que haber seguido la broma en vez de ser tan suceptible? Quizás también. Pero las reacciones anímicas son las que son.
Para acabar de contarlo un poco todo, pese a mi polla pequeña me compró una de las mejores Amas del Reino y luego jugamos un rato de una forma que nunca olvidaré por la sutileza, el tacto y el buen hacer. Y es que hay AMAS, con Mayúsculas, y cantamañanas que se denominan tal. La velada siguió, las personas y parejas nos dispersamos y fuimos cada uno a lo suyo, Zoe y yo nos besamos cono pasión demostrando que esto de las formas y los protocolos nos los pasamos por ahí (y es que ya estábamos un poco hartos de tanta tontería) y no hay nada resañable que decir, circulen, que no hay nada que ver.
Pero bueno, aprovecharé el incidente para hacer una serie de reflexiones:
Sí, ya sé que este es un incidente de juguete y que no doy pena. Seguro que he aguantado cosas peores y no hago un post de ello. Pero me parece muy significativo de que hay que tener cuidado con la humillación.No se trata de generar situaciones de incomodidad con ella, si no todo lo contrario.

Intentaré expresarme mejor con una cosas de esas que se aprenden en los cursos que a veces hacen en la empresa:
Cada persona tiene su propio subconsciente y su propio sistema de afectos y ánimos. A mi me pueden decir “eres verde” y yo te responderé que no. Por que tengo plena consciencia de que no soy verde y no me afectará. Me puedes decir que soy un mentiroso rastrero, y yo te diré que ya lo sé, que lo tengo asumido, pero que es la única forma de prosperar en la vida y garantizar la supervivencia laboral, afectiva y social de mi persona. Pero me puedes decir “eres gordo” y entonces mi subconsciente me hará recordar que de pequeño era el gordo de la clase y siempre me elegían el último para jugar a fútbol y me afectará. Son ejemplos totalmente ficticios, que conste, por que aunque era el gordo de la clase al menos tenía la suficiente voluntad de supervivencia para que la pelota fuera mía.
Pues con esto lo que quiero decir que una frase dicha fuera de un contexto, algo que hacemos pasar por humillación dicho con poca delicadeza, nos puede afectar aunque no sea esa la intención. Por que hay cosas que nos afectan, penetran en nuestro mecanismos de sentimientos y sentires que no es igual para todo el mundo. A mí me afectó que dijeran que tenía la polla pequeña, aunque fuera verdad (en ese momento, que conste, que yo empalmado tengo un pedazo de pollón increible), y creo que ahí el ama esta maestra de ceremonias no debía de haber entrado en según qué terrenos sin conocer a los sumisos que participaban. La humillación se ha de hacer sobre lo que se conoce, sobre lo que se sabe que no afecta, sobre el “eres verde” (eres un perro).
Ya he dicho que explicaría la versión suave, así que si consideras que estos párrafos no tienen interés que sepas que es por que les he quitado la cafeína.
El otro tema que me viene a la mente sobre esta anécdota es hablar de que es diferente el bdsm en la intimidad y el bdsm en/ ante un grupo o una fiesta.
Personalmente, pienso que el bdsm conlleva una cierta dosis de exhibicionismo. No es como el follar, requiere de más rito, de más liturgia, de juegos de poderes y roles que mola mostrar. Y, además, como somos un ghetto, nos mola relacionarnos con los demás y ver que ni estamos sólos ni somos tan raros. Esto, como todo en esta vida, puede ser para bien, para mal o para nada.
Para bien por que, lo dicho, ni estamos solos ni somos tan raros, y además tiene el morbo añadido de que exhibimos nuestro “poder”, o nuestra “sumisión”, o nuestras galas de vestir, o lo que sea, ante terceros, satisfaciendo ese ansia morbosa. Para mal por que, desde luego, nunca va a ser igual el bdsm que se practica en la intimidad que en un acto social. En esto del ac

to social, no sé por qué, importan mucho las formas y las apariencias. Parece que el Dom no sólo lo tenga que ser si no que además lo tenga que aparentar. El ejemplo tan básico que he expuesto de darnos un morreo pasando de protocolos me parece significativo; aquel día fuímos los únicos que lo hicimos. Nos regimos por unas normas (como yo mismo me regí aquel día y otros en los que he participados en fiestas y actos de esa índole) y tenemos especial cura de cumplirlas. Por que, en el fondo, somos una comunidad pequeña, cerrada y llena de dimes y diretes donde hacemos un mundo de esas cosas; que si no eres verdadero, que si tu eres semi vainilla, que si la abuela fuma. Como si eso importase.
A día de hoy tengo claro que no me prestaría a juegos como el de la subasta, al menos ante desconocidos. Simplemente por que no me da ningún morbo ni placer. Y si me presto, a lo mejor ya voy sobre aviso y prescindo de complejos e incomodidades. Y, si aún así algo me genera malestar, pues suelto una fresca y tan tranquilo, del tipo “pues si la quieres chupar y no pinchas igual se hace más grande, aunque con eso dientes...”.
Pero bueno, quería descargar mi mala bilis, aunque sea en parte, y quería reflexionar un poco sobre ello. Creo que no he conseguido ni una cosa ni otra, al menos no del todo, pero aún así me ha salido un post de 3 páginas cuando sólo quería explicar una mierda de anécdota.
Pues eso es un poco todo. Tengan cuidado ahí fuera y sean buenos o malos en su justa medida.