Pues adelantamos un poco el posts por que esta semana cae en navidad y yo el viernes estaré muerto de resaca o de indigestión, táchese lo que no proceda. También digo que este nada humilde escrito es el número 100, lo que no está nada mal en año y pico de blog. Plas, plas, muchachote, te has portado bien aunque a veces se te ha ido un poco la olla y normalmente te marcas unos tochos del copón. Y como aquí solemos ir a nuestra bola pasando de calendas por que la sabiduría infinita es intemporal, pues hablamos de que lo que yo quiera hablar, que en este caso es hacer una serie de post (dos en concreto) sobre las profesionales del sector. Este será sobre unas consideraciones generales sobre la prostitución y el próximo (el año que viene) unas anecdotillas de mis tiempos como cliente habitual de profesionales que ofrecían un servicio de sado. Sin afotos, que no me da tiempo a configurarlas.
Procedemos;
Para empezar, yo distinguiría prostitución de esclavismo sexual. La diferencia está en la capacidad de elección. Considero que cualquier prostituta ha de tener, al menos, la misma capacidad de elección que tengo yo para decidir si quiero ir a trabajar o no me apetece y ya me apañaré cuando el banco me devuelta todos los recibos y si quiero comer, comprar tebeos y demás necesidades básicas. Si vemos que una mujer pasa 16 horas seguidas en una carretera, que apenas habla español, que no rechaza ningún cliente por sucio que esté, que no se relaciona con nadie...podemos intuir que es víctima de las mafias que la están explotando y que no ejerce el oficio más viejo del mundo víctima de la necesidad o la elección, si no por coacción. Mi más sincera y enérgica repulsa a ésto último.
Fueron mundialmente famosas unas fotografías/ imágenes tomadas este verano en mi maravillosa ciudad de Barcelona, ciudad tope fashion y con un alto nivel de catalán gracias al tiempo y la energía que gastan los poderes públicos, en las que un grupo de nigerianas la chupaba en las callejuelas de las ramblas por diez euros. Mucho debate sobre si eso era una grosería y una indecencia (que, desde luego, lo es, aunque sólo sea por las condiciones higiénicas del acto), pero poco énfasis respecto a que dichas mujeres eran víctimas de las mafias que las obligaban a prostituirse. Este tema creo que demuestra la incompetencia de los poderes públicos para tratar un aspecto a todas luces aberrante y desde luego toda trata de ser humanos me tendrá a mí siempre en frente.
Por eso, la prostitución de la que yo hablo, independientemente de que sea callejera o no, no es esa. Es la de alguien que tiene la capacidad de elección para ejercer de prostituta o para buscarse la vida, mejor o peor, de otra manera.
En segundo lugar, yo no tengo ningún reparo en decirlo las veces que sean necesario; durante un tiempo cada vez más lejano fui con profesionales en busca de servicios de sado. O sea, que he sido cliente. Consideraba que la única forma de acceder a estas fantasías era dejándome en ello la bolsa, ya que por entonces no existían los medios que hay ahora. De mis experiencias hablaré en el post de la semana que viene, aunque algo se ha dicho
aquí y
aquí.
Como cliente, como persona humana, como ser que participa y está integrado en esta sociedad, y como alguien con cierta ideología progresista, tengo muy claro mi postura respecto a la prostitución; no sólo es inevitable que exista si no que además es bueno que lo haga, y por tanto lo lógico es que se regule. Y por regular quiero decir que pagen impuestos al igual que los pago yo, que tengan así mismo contraprestaciones sociales como cobertura sanitaria y cotizaciones, que no se permita chuparla en las callejuelas por diez euros y todo lo que ello conlleva.
Alguien me dirá que la prostitución en este país no es ilegal. Y es cierto. Es más; es imposible legislar que si yo quiero sexo con mi vecina y mi vecina quiere un tebeo de Batman que yo tengo repetido, no nos podamos poner de acuerdo en hacer un intercambio de intereses. Pero lo que yo quiero decir es que haya una serie de leyes que por un lado faciliten la labor tanto a profesionales como a clientes y por otro no permitan trabajar en según qué situaciones.E incluso si el servicio no te ha satisfecho, que puedas reclamar sin miedo a que te partan la cara. Hace poco he hablado del blog BARRIO ROJO, del amigo cliente x, que está comprometido con la regularización de la prostitución y el respeto a todas las trabajadores sexuales. Os recomiendo que os paséis por allí y le echéis un vistazo, pues argumenta y aboga muy bien sobre estos temas.
Dicho lo cualo, las consideraciones que quiero hacer son de índole más moral. Si os habéis fijado, no he utilizado ni una sóla vez la palabra “puta”. Por que es una palabra que tiene connotaciones peyorativas y no me gusta. Partiendo siempre del respeto, considero que un/a profesional es alguien que ejerce una profesión lo mejor que puede y sabe, y no por ejercer una actividad menos aceptada socialmente se ha de utilizar terminología despectiva.
En segundo lugar, quisiera contra argumentar algunas posturas, sobre todo de feministas radicales, (aquellas que piensan que todos los males del mundo es culpa de los hombres y su pene) sobre la materia. Un argumento que he oído en esos ámbitos es que la prostitución denigra a la mujer y la hace ver a los ojos del hombre como un objeto que puede comprar.
Yo cuando iba con profesionales nunca he pensado que me perteneciera un ser humano a cambio de parné. Siempre he pensado que compraba un servicio. Había unas condiciones y unos límites. Igual que el empresario (o la corporación empresarial sin alma en forma de ente a la que pertenece la empresa) no me compra a mí; compra mi tiempo y mis conocimientos a fin de que realice unas tareas. Es más; estoy convencido de que el empresario, al pagarme un sueldo a fin de mes, asume (y a veces con razón), que me “compra” más allá de estas tareas, y que he de mantener una cierta postura “de empresa” y un sacrificio laboral más allá de lo estipulado. Y digo que no le falta razón, que yo los temas de personal me los conozco un poco y no quiero hablar más si no es en presencia de mi abogado. En cambio, yo a una prostituta le pido un servicio de sado, le explico lo que quiero, le pago, ella lo hace, y adiós. Nunca he dejado de tratar a una prostituta sin respeto ni educación y como si no fuera un ser humano. Ni mucho menos me he creido superior.
Más de una prostituta me dirá que vale, que yo soy muy educado, muy majo y mi abuela me quiere mucho, pero que tela marinera lo que tiene que aguantar ella (la prostituta, no mi abuela) a veces, que para mí es muy fácil hablar sin conocimiento de causa. ¿Hay clientes que dejan mucho que desear? Sí, claro, igual que hay empresarios que presionan más allá de los límites y que pierden las formas más allá de lo indecible.Pero quizás por eso hay que pensar en la regularización del sector como algo que nos cambie el “chip”; de ser la prostituta alguien estigmatizada socialmente durante milenios pasa a ser alguien con los mismos derechos y deberes que cualquier trabajador. Es decir; si hay clientes que se sobrepasan con las formas...¿no es acaso por que la sociedad trata como apestadas sociales a este colectivo?
Pero es que, además, si de verdad queremos atacar a aquello que denigra a la mujer, ya se pueden poner las feministas con miles de pancartas, y con mi apoyo, en los platós de cualquier programa de la prensa rosa (de los cuales, digo, soy devoto seguidor). Por que éstos sí que presentan una imagen denigrante de la mujer, al presentarlas en la mayoría de los casos como unas caza- maridos en post del lujo y la buena vida. Ver a según qué petardas cuyo mérito se reduce a abrirse de piernas ante unos pocos elegidos sí que denigra y provoca vergüenza ajena. Así que no las tomemos con aquellas que sólo quieren ganarse la vida como buenamente pueden y saben.
Por cierto, leí hace poco en la prensa que en Japón muchos jóvenes se quedaban solteros por que las mujeres japonesas sólo admitían pretendientes que cobrasen una determinada cantidad de sueldo anual, y con la actual crisis eran relativamente pocos quienes llegaban. Ignoro las peculiaridades de la cultura japonesa, aquí de toda la vida los pobres nos hemos juntado con los pobres (mis padres, por ejemplo, se conocieron en el pueblo) y los ricos con los ricos. Ignoro también si en Japón ven el “Sálvame” y demás programas por el estilo, pero en el fondo lo que acabo de relatar (como noticia real del diario) no es más que la consecuencia de lo que fomenta la sociedad, si eres guapa, pilla un rico. Y ahí nos muestran lo felices que son Borja y Blanca, las novias de Laporta, los muchos amores de Sofia mazagatos, Mar Flores, las novias del Cayetano de los cojones, las amantes de Paquirrín...En fin; que no podemos como sociedad condenar la prostitución y sin embargo premiar comportamientos como los descritos en forma de dinero y 15 minutos (o 15 años) de fama, honra y prez y mira que fashion y que clase tiene la Preisler y qué casa más mona con 350 wáteres para el perro.Por que tiene tela marinera que una tía joven diga que le gustan los hombres románticos y luego la veamos con un viejo baboso que tiene el romanticismo en la billetera.
Dentro de esta consideración de que la prostitución denigra a la mujer, está la campaña de muchos periódicos que “no admiten anuncios de prostitución”. Lo cual, para quedar como progres les queda muy bien de cara a la galería, pero que a mí personalmente no me convencen en absoluto. Por un lado, me recuerdan a aquel cuento del bufón de la corte que era un enano, y el sabio le dijo al rey que no estaba bien reírse de un enano. El rey admitió el consejo del supuesto sabio y el pobre bufón se quedó sin empleo y buscando en la basura cosas para comer, pero muy digno, eso sí. En segundo lugar, por lo idiota de la medida. Aparte de que si no se anuncia en un diario se anunciará en cualquier otro, o en internet, o poniendo el número de teléfono en los lavabos públicos, es una medida que puesta en el extremo lo único que lleva es a fomentar la prostitución callejera en vez de esperar clientes cómodamente en casa. Y en tercer lugar, es incoherente con sí misma; los mismos periódicos admiten anuncios de angelicales bancos que desahucian a familias por no poder pagar hipotecas que ellos mismos concedieron sabiendo que en cualquier momento no las podrían pagar, de empresas sancionadas con expedientes contra el medio ambiente, de corporaciones que hacen eres por que no llegan al 80% de beneficios que se habían propuesto...vamos, puestos a salvaguardar la moral y el orden mejor empezamos con lo que nos hace ser inmorales y desordenados que con las pobres chicas (y chicos) que no hacen daño a nadie.
No quiero acabar este panfleto sin comentar una cosa que me llamó la atención. Se trata de un artículo de la abogada y reconocida feminista Lidia Falcón (escritora negra, además, del libro de la vida sexual del Dr. López Ibor) el cual comenzaba diciendo (cito de memoria pero casi textualmente) que el hecho de que hubiera prostitución se debía a que los hombres no podíamos controlar nuestros sucios impulsos. Hombre, aparte de que el común de los hombres no vamos por ahí violando a nadie ni emitiendo gruñidos lujuriosos (yo en el autobús voy leyendo y no mirando los culos de nadie, y mira que soy salido), me parece un argumento un tanto fuera de lugar. Es como si yo utilizo su contrapartida y digo que si las mujeres no fueran unas frígidas y accedieran a follar más sin hacerse tanto de rogar no habría prostitutas. Yo mismo veo que es un planteamiento de bastante bajo nivel.
No he hablado de prostitución masculina, que existe aunque sea minoritaria y con cuya sóla existencia ya desmontábamos muchos de estos argumentos. Pero en todo caso no se trata de mujeres contra hombres ni viceversa. No se trata de temas morales ni de degradación. Se trata de que existe un colectivo que genera una serie de situaciones y valoraciones. Y esto que tiene que ver con el sado? Me dirá más de uno. Pues nada. Pero es lo que quería exponer antes de hablar de mis tiempos en los que iba con profesionales, con alguna anecdotilla aquí y allá y alguna reflexión, advertencia y demás. Pero eso será la semana que viene. Felices fiestas y nos vemos por aquí. Ya saben; tengan cuidado ahí fuera y sean buenos o malos en su justa medida.