miércoles, 26 de agosto de 2009

ADEMÁS DE PERVERTIDOS, SOMOS UNOS MACHISTAS, SI ES QUE LO TENEMOS TO....

Bueno, mi egocentrismo y yo volvemos, tanta firma invitada y tanta leche, aquí las estrellas del blog somos nosotros dos. Ya tenía el mono y todo;

Hace alguna semana me retó la zorra esta de P´Gell a que abordase el tema del machismo y el bdsm.A mí, basta que me piquen un poco para que vaya a deguello. Pero es que además es un tema bastante intesante que no sólo sufren Amas y sumisas, si no gentes de bien como este humilde servidor. Lo que ella explicó en 4 líneas, bien merecen 4 folios. Vamos a ello;

“Las sumisas son mujeres gordas y las Amas mujeres muy gordas”

He captado vuestra atención? Bien. Esta frase, con la que NO ESTOY DE ACUERDO, no es atribuible a ninguno de los frikis que entran en el blog de Ana Serantes (esos cuya concepción del femdom dice que una mujer puede mutilar, sacar los ojos y cosas peores por que son Amas, y así con pensamientos encefalográficos planos similares), si no a una persona de cierto reconocimiento y prestigio dentro del mundillo. Quién es sólo podrá extraerse de mi cerebro muerto, entre otras cosas por que este comentario de bar igual le puede perjudicar y tampoco es cuestión. También por que en honor a la verdad no se la he oído decir yo directamente y hace tiempo que no me creo todo lo que me cuentan (lo dejo en casi todo). Diré, eso sí, que es hombre y es Amo, que no es amigo mío y que, encima, se le puede calificar de entre gordo y muy gordo. (A modo meramente informativo; yo también me puedo calificar de entre gordo y muy gordo, y lo mucho que me ha costado).

La frase tiene dos trasfondos;

Por un lado, viene a decir que las mujeres que se meten en esto del bdsm lo hacen por que de otra forma no se comerían una rosca. Por su físico, no serían ni la opción de “son las cuatro de la madrugada y llevo diez cubatas, me da igual todo” y un día, por azares del destino, descubren que si se meten a esto del bdsm la ley de la oferta y la demanda les ampara y no sólo pueden pillar cacho, si no que como hay tanto sumiso desperado incluso pueden elegir.

En honor a la verdad, he de reconocer que mujeres que han visto que si se meten en el bdsm tienen mejor salida afectiva-erótica-sentimental haberlas haylas. Y suelen ser luego las que más se lo creen. No obstante, desde luego, no voy a generalizar ni a exponer esto como algo a considerar siquiera. En primer lugar, por que yo sólo he estado con tías buenas (perdón, Amas y sumisas bellísimas), que además saben y sienten estos mundos (salvo casos que no vienen al caso), y en segundo lugar por que creo que hoy en día, gracias a blogs, chats e internets en general se ha expandido tanto el tema del ligue bdsm, por muy vainilleado que sea, que la ley de la oferta y la demanda no es tan abismal como para que den gato por liebre así como así. En todo caso este es un tema para otro post, por que lo que me interesa es el segundo trasfondo.

El segundo trasfondo es que es un comentario despectivo de un Amo descalificando a las mujeres que practican el bdsm. Por que no he oído (ni él ni a nadie) a ningún hombre decir al respecto; “los Amos son gente que necesitan que les hagan caso por que en la vida son unos fracasados”.
De entrada, un practicamente del bdsm supuestamente serio descalifica a las mujeres de un plumazo, sean del rol que sean.

¿Y eso?

Parece ser que no se acaben de creer que una mujer pueda ser Ama y dominar. Va contra natura. Ha de ser por algo oscuro. Por que es MUY GORDA, por ejemplo. O por que es una aprovechada, o por que está mal follada. No puede ser por que lo sienta y disfrute, o por que valga para ello. Y parece ser que además, como no pueden conseguir a Angelina Jolie como sumisa, además han de despreciar a las que tienen o ven.

Es una triste verdad que, de nuevo sin ánimo de generalizar, los Amos no ven a las mujeres Amas como iguales, si no como seres despreciables que no dejan de ser “sumisas mal folladas”. El sector duro no reconoce que una mujer pueda estar a su nivel. PRIMERA MUESTRA DE MACHISMO EN ESTOS MUNDOS; UNA MUJER AMA NO SERÁ NUNCA IGUAL QUE UN HOMBRE AMO; ES AMA POR ALGUNA CAUSA OSCURA; O NO TIENE NADA MEJOR, O ES UNA APROVECHADA, O ESTÁ MAL FOLLADA.

Disiento con Lilith sobre la consideración de que una Ama equilibra el nivel de machismo. Esta visión mítica sólo la tenemos los sumisos muy calientes. Creo que el hecho de que muchos hombres miren a las Amas por encima del hombro es una muestra bastante palpable del mismo. Y ojo, no digo que haya mujeres cuyas aptitudes y actitudes no merezcan que se les mire por encima del hombro, pero desprestigiar así a un rol no me parece ni ético ni justo ni real.

Lo que pasa es que hay hombres que no están completos, por eso van con ellas. SEGUNDA MUESTRA DE MACHISMO EN ESTOS MUNDOS, que ahora paso a explicar, pero que se puede resumir en LOS HOMBRES QUE SE SOMETEN A UNA MUJER HACEN/ HACEMOS ALGO CONTRA NATURA.

Hace poco copie y pegué las palabras de un tal amo capri, a quien no tengo ni el gusto ni las ganas de conocer, en las cuales se quedaba tan ancho diciendo que los sumisos somos menos hombres y tenemos una tara, sea ésta física o psíquica.

Claro que sí. No sólo es inconcebible que haya mujeres dominantes (ha de ser gente muy gorda, aprovechada o mal follada), si no que además si algún hombre se deja dominar es por que tiene alguna tara. Dicho esto, claro está, sin ánimo de ofender, y explicándonos con su sabiduría que esta tara puede ser física o psíquica. Por que, claro, los sumisos somos “menos hombres”. Ya conté alguna vez la anécdota de que en mis inicios conocí a un Amo del cual me hice colega y que me espetó de forma totalmente natural: “oye, tu, PARA SER SUMISO, piensas”. Es decir; inconscientemente, los sumisos no podemos pensar, por que es obvio que alguien que disfruta sexualmente siendo sometido por una mujer no ha de pensar; o ha de estar tarado, o tullido, o ser menos hombre.

Ya contesté en su momento estas afirmaciones, así que sigamos. Lo cierto es que el tema del post viene dado por una observación que hizo mi Señora. Recordemos la payasada esta de Dómina Norma respecto a que tenía dos sumisos, los amigos Cornudo y Felpudo, y lo mucho que eran suyos en el país de Oz, donde les dominaba con crueldad y severidad y patatín patatán. En el blog de Ana Serantes, donde se vertió el comentario, nos echamos unas muy merecidas risas a su costa. Pero...¿Y si esa misma gilipollez la hubiera dicho un hombre? ¿Nos hubíeramos reído o tirado al cuello como lo hicimos?

Y es que es verdad. Con estas orejas que han de ser incineradas cuando me muera (bueno, con estos oídos más bien), y con estos ojos que han de correr el mismo destino, yo he escuchado y leído atónito expresiones del tipo “para mí follar a mi sumisa es darle un premio, y sólo la follo cuando se porta bien”, “voy a cambiarle el nombre a mi sumisa y le voy a llamar putón”, etc...Y todos riendo la gracia y diciendo lo buen Amo que era y sin ánimo de escándalo. E incluso comentarios de mujeres agradecidas o diciendo “ojalá me lo hiciera mi Señor”. Por que en un hombre se admiten esas cosas. En cambio, a la “pobre” Norma todos les fuimos al cuello, hombres y mujeres.

No obstante, es cierto que yo fui el primero que se metió con ella y me reitero en lo dicho, que conste, por que se merece eso y mucho más. Podría decir que por la sospechosa poca veracidad de lo dicho, por el tono de chulería del todo a cien o simplemente por la falta de un contexto donde ese comentario tuviera lugar. Pero no es esa la cuestión. Lo que quiero decir es que en un hombre las mismas palabras hubieran provocado una reacción más suave. TERCERA MUESTRA DE MACHISMO; CIERTAS EXPRESIONES SON CUESTIONADAS CUANDO SE PRONUNCIAN POR MUJERES.


Y bueno, lo lógico sería pensar en una sumisa como alguien fuerte, segura, que da valor a su entrega y noblemente la cede a su Señor, bien por placer, bien por la sensación de pertenencia, pero en todo caso de forma libre y consciente. Pues no. Una sumisa es una zorra disponible para todo, en el mejor de los casos, o una tía débil que ha de ser guiada y educada. Ignorantes de la vida, que diría aquel, pero oye, no es un argumento que me invente yo (ni que piense yo, por supuesto). Es verdad que hay cierta predisposición a asociar a una sumisa con alguien a “quien le puedes hacer de todo hasta saciarte”. De nuevo sin ánimo de generalizar, que conste.

Este argumento lo expone (entre otras) la amiga LauraM cuando cuenta sus experiencias en el chat con ataques de privados a tuti plen y demás. Y, bueno, supongo que cualquier mujer que haya entrado en un chat puede contar tropecientas anécdotas al respecto, más siendo sumisa. En el fondo no hemos inventado nada; si un hombre se tira cada día a una, es un macho, si una mujer hace lo mismo, es una zorra. Pues este pensamiento, ignoro por qué, es el mismo aplicado al maravilloso mundo de las dulces sumisas que no sólo no se tiran a nadie, si no que sólo son folladas como premio. CUARTA MUESTRA DE MACHISMO; LA MUJER QUE VIVE SU SEXUALIDAD LIBREMENTE ES UNA ZORRA, Y SI ESA SEXUALIDAD ES SUMISA ADEMÁS ES UNA ZORRA DISPONIBLE PARA TODO, QUE DEBE SER GUIADA.

Bueno, no creo que haga falta dar más ejemplos, con estos cuatro puntos ya tenemos cierta base. Así pues, a la pregunta de si es machista el mundo del bdsm....¿qué podemos contestar leído lo que hemos leído? Pues que lo es y mucho. Pero no hay que alarmarse; lo es en la misma medida que lo son todas las cosas. Luego más sobre ello.

Leído lo anterior, parece que sea machista por culpa de (algunos) Amos, sobretodo. Hombre, una buena parte de la culpa tienen, para qué nos vamos a engañar, pero no hay que ensañarse con ellos por que insisto de nuevo; primero no se ha de generalizar, que los hay majos, inteligentes y buenas personas, y segundo no es justo que recaiga sobre ellos la exclusividad de la contienda.

Los sumisos no dejamos de ser hombres y por ello a veces caemos, consciente e inconscientemente, en los mismos tópicos y bucles culturales imperantes. Por no hablar de que algunos desprestigian al gremio con sus actitudes, dando la razón a quienes piensan que “menos hombres” no se sabe, pero gilipollas seguro que son/ somos. Luego, y puede que este sea un comentario machista (aunque no es la intención), en este mundillo de 4 y el de la trompeta las guerras y piques son el pan nuestro de cada día (entre todos los sexos y roles). Centrándonos en guerras y piques entre mujeres, hay que reconocer que muchas veces el propio género femenino asume actitudes sangrantes entre ellas (mujer contra mujer, que diría Mecano), despotricando sobre comportamientos y sentires en una guerra que ríase usted de las Cruzadas, apenas una partida de mus en comparación. Así que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, que aquí entre pecadores e hijosdeputa mejor corremos un tupido velo por que todos hemos caído en un momento u otro en algún tópico.

Por otra parte, no me resisto a comentar que tan malo es el machismo (creer que el hombre es superior) como el feminismo más radical (creer que la mujer es superior). No podemos cambiar una tontería por una gilipollez, o una gilipollez por una tontería, como se quiera. En esta línea los panfletos de la amiga Elise Sutton al respecto son de un surrealismo delirante, abogando que por el mero hecho de tener un coño (no seamos tan bastos, un cromosoma x) ya hay una supremacía racial y Karmele Marchante, por ejemplo, por el hecho de ser mujer ya es un ser inteligente, admirable, lleno de valores y superior a cualquier hombre, por ejemplo, un tal Vicente Ferrer (que, además de ser un mísero hombre, es catalán, lo que le hace en doblemente mísero).

Bien, pues este es el panorama. ¿Y a qué es debido y qué hacemos hacer?

Como bien apuntaba Dómina Your Obsesion en un comentario, estamos en una sociedad machista, y los que practicamos el bdsm, por mucho que vivamos en nuestros mundos de Yupi de esclavitud y látigos y no correrse y tal no dejamos de ser eso, seres humanos que vivimos en una sociedad. Así que no dejamos de extrapolarnos a sus mismos defectos y (escasas) virtudes.

Se da además el contrasentido de que nosotros deberíamos ser los más abiertos de mente. Oye, practicamos unos juegos raros e incomprendidos, somos perseguidos como frikis sociales, vivimos en el ghetto llorando por las esquinas al margen de las convenciones sociales. Sólo por pura muestra de supervivencia, deberíamos ser los primeros en no tener prejuicios y ser más abiertos. Pues no. No sólo tenemos prejuicios si no que además generamos tópicos de plaza del pueblo y los convertimos en leyes universales. O sea; que no sólo tenemos los mismos defectos que la sociedad en la que vivimos, si no que además los agrandamos y expandemos.

Luego, además de lo de además, somos un grupo pequeño donde corren las envidias y los chismes (ojo, que hay gente muy maja y gente con la que nos llevamos muy bien y tal), y siempre que podemos metemos baza por aquí o por allá para joder el prestigio de tal, los desplantes amorosos de cual y los cuernos de pascual. No es que esto sea machista de por sí, pero siempre atacamos donde más duele. Y de ahí lo de gordas, aprovechadas, solitarias en busca de amor, zorras y demás, mientras que a un hombre con lo de “es un cabrón” ya basta.
En fin...y qué podemos hacer?

Yo, desde luego, no voy a demostrar que soy más hombre o menos hombre para tener la aprobación de amo capri o de su puta madre. Ni siquiera si tengo taras o toros. Tan absurdas me parecen todas y cada una de las afirmaciones comentadas que creo caen por su propio peso.

Al igual que pasa con la sociedad, ciertos pensamientos y actitudes no van a cambiar de un día para otro. Y, al igual que pasa con la sociedad, el único remedio es la pedagogía.

Personalmente, no confiero ninguna cualidad a nadie por ser hombre, mujer, gay o Perrito Piloto.Ni por ejercer tal o cual rol. Ni positiva ni negativa.No creo en los sexos, ni en los roles, ni en los nacionalismos, ni en las razas, ni en las generalidades. Ni todos los catalanes somos tacaños (bueno, yo sí), ni a todos los hombres nos gusta el fútbol, ni todos los sumisos tenemos una tara (bueno, yo tengo varias, pero no por ser sumiso), ni todas las Amas son muy gordas (y si lo son, pues mejor, así hay más donde agarrar). Ni las mujeres han de lavar o cuidar de las madres en exclusiva ni los hombres tenemos que saber de fontanería (por fortuna, en mi caso).

Eso no significa que crea en la igualdad. Yo no soy igual a Belén Esteban. Eso si; creo en la igualdad de derechos y deberes, de oportunidades y de condiciones. Para todos y todas. Y luego ya iremos cada uno por su lado.Creo que eso es algo que se llama meritocracia o algo así, pero lo podemos resumir diciendo que cada uno es como es, vale para lo que vale, busca lo que busca, y ya habrá una selección natural entre afines.

También lo podría expresar con el siguiente ejemplo; yo voy en un avión y pongo mi vida a merced de la destreza de su piloto. ¿Quién prefiero que lo pilote; alguien experimentado, responsable, con experiencia y destreza, o alguien que por ser de no sé qué minoría (digamos mujer gitana homosexual musulmana y negra) le han dicho; "tú, pilota esto que la ministra de igualdad nos ha dicho que no hay mujeres gitanas homosexuales musulmanas y negras pilotando aviones, y hemos de cubrir el cupo, dejar de beber whisky y ve leyendo estos folletos de cómo funciona el gran pájaro de hierro"? Ahora bien; lo que si que creo es que cualquier mujer, gitana, homosexual, musulman o negro/a, o todo a la vez o todas las combinaciones, que quieran estudiar como se pilota un avión para ser luego pilotos responsables y competentes, puedan hacerlo sin restricciones.

Habrá, claro, Amos hijosdeputa, al igual que los hay bellísimas personas y al igual que la mayoría oscilan en el amplio abanico que va del bien al mal, como todos los seres humanos. Habrá Amas que se hayan metido en esto para que alguien les haga caso, y habrá Amas que simplemente han descubierto una forma maravillosa de sexualidad (donde encima el sumi te frega los platos). Y habrá de todo, como en todas partes, por que hay hombres, y mujeres, y virtudes, y defectos, y necesidades, y deseos, y buenos y malos momentos.

Pues eso, el bdsm es machista y conforme se vaya abriendo un poco más y vaya avanzando la sociedad dejará de serlo. ¿Cuándo será eso? Pues algo hemos de reconocer que se ha avanzado, al menos en el Occidente Cristiano, quizás más por ser lo primero que lo segundo. Queda mucho por hacer y una sociedad libre de tópicos y prejuicios no creo que la llegue a ver. No obstante, no me resisto a hacer una pequeña reflexión que no tiene nada que ver con el bdsm;

He dicho que algo se ha avanzado y más o menos podemos ver que, si comparamos la situación de la mujer hace 30 años (que no son nada) con ahora media un abismo. Creo sinceramente que este avance ha beneficiado no a hombres, ni a mujeres, si no a LA HUMANIDAD EN GENERAL. La lucha por la igualdad es conjunta, no es de mujeres contra hombres o viceversa. Por eso no entiendo como en estos últimos años se ha ido retrocediendo. Bueno; sí lo entiendo, por la degradación de la educación (escolar y familiar) y la falta de valores y eso. No es el propósito de este escrito analizarlo. Pero me parece lamentable que algo que ha costado tanto conseguir se derrumbe de un plumazo y ver a las nuevas generaciones de chulos atizando a sus novias (caso Marta del Castillo), y ver a las nuevas generaciones de niñatas babeando ante el chulo de turno, soñando en que el Jonan la va a mantener por que tiene un coche que mola, me repugna. Me entristece. Me jode ir hacia atrás por que las nuevas generaciones tienen que ser mejores que nosotros, no estropear algo de lo poco que hemos avanzado. En fin; era una reflexión personal al hilo de lo dicho.

Pues ya está. La semana que viene rollo nuevo, estoy indagando en el pleistoceno del bdsm, antes de que se llamase sado maso incluso, así que la semana que viene toca lección de historia, que algo aprenderemos.

Tengan cuidado ahí fuera y sean buenos o malos en su justa medida.

Spirit de Zoe

domingo, 23 de agosto de 2009

SPIRIT SE HA IDO DE VACACIONES Y HA DEJADO LAS LLAVES DEL BLOG A...HELIOS DE JUDE (III Y FIN)

Lo prometido es deuda. Quería darle un poco más de cancha a los panfletos, que me parecen magníficos, pero en su extrema generosidad Helios de Jude también me ha enviado un relato que, como todo lo que hace el Maestro, es magnífico. No soy mucho de relatos, por que creo que el proceloso mar de la red está lleno de ellos, pero claro, ninguno como éste. No hay fotos ni dibujos, que mejor desarrollar libremente la imaginación. Si os da pareza por que es muy largo, os sugiero que hagáis un copia y pega en papel, lo imprimáis y vayáis leyendo tranquilamente en el metro, por que vale la pena.
Y con esto acabamos las firmas invitadas. El viernes que viene el blog retomara sus derroteros habituales...es decir; yo y mi egocentrismo como estrellas absolutas. Agradecerle a las firmas invitadas su colaboración, aunque todas ellas hayan incumplido la regla de oro de toda sustición y hayan sido mejor que el escritor titular, pero bueno, la vida es dura y si con ello se ha podido disfrutar de los escritos de P´Gell, Frankie y Helios/Dejud pues qué le vamos a hacer...soy tan buena persona que incluso estoy dispuesto a pagar por ello el precio de ser humilde. El viernes que viene, sobre el machismo, con paridas malas, idas de olla, manipulación documental, párrafos largos y esas cosas marcas de la casa.

EXCESO EN EL EXPRESO

(De viaje sin equipaje)

Hay historias que aunque pase el tiempo permanecen indelebles en la memoria. Como clavadas con chinchetas en el cerebro. Eso sucede con esta que hoy me atrevo a contar por primera vez, pese a haber transcurrido ya largo tiempo desde que sucedieron los hechos que narro, pues cuanto en ella sucede es tan fantástico, sorprendente y extraño que quien lo lea podría pensar que fantaseo. Nada más lejos de la verdad. La aventura, aunque improbable, es totalmente cierta, o al menos, por cierta la he tenido durante todos estos años que me ha acompañado como el recuerdo más preciado de mi vida, el que más a menudo acude a mi mente, el que, aún hoy, más me acalora y excita. Sucedió hace tanto tiempo que aún se vendían revistas porno en los quioscos, pero la sigo teniendo tan presente como para ser capaz de relatarla con pelos y señales aporreando el teclado del ordenador.

Por mi profesión me veo obligado a viajar con frecuencia. Hasta aquel día lejano siempre lo había hecho en avión, que me parecía un método rápido y eficaz y que me permitía, si las circunstancias lo requerían, desayunar en Madrid, comer en Barcelona y cenar en San Sebastián. Pero cuando en uno de esos viajes, en medio de una fuerte tormenta que me pilló en un vuelo Las Palmas-Barcelona, llegué a la conclusión de que la prisa es un ciempiés que nos gana siempre por la mano y nos come las entrañas, comprendí que no merecía la pena el esfuerzo de las carreras en taxi para llegar al aeropuerto antes del cierre del vuelo.

Decidí entonces cambiar mi sistema de transporte y aceptar, por una vez y a modo de prueba, los tan anunciados servicios de RENFE. Si bien es verdad que ese gesto era una decisión profesional, también era, debo confesarlo, un intento de redescubrir un placer que ya tenía olvidad: el de las noches en coche cama, que no practicaba desde mi viaje de novios hacía ya más de veinte años.

A llegar a la estación miré el reloj del vestíbulo central y comprobé que aún faltaba algunos minutos para que el guardabarreras diera la salida con su banderín rojo. Aproveché los últimos minutos para comprar algo de literatura ligera, que una noche tan aventurera como la que Wagon Lits me ofrecía parecía la más indicada para disfrutar del placer de lo intrascendente al ritmo monótono que marcarían ruedas, vías y traviesas. Junto al periódico del día, que no había tenido tiempo de leer, también me agencié un Mortadelo, que no recordaba muy bien si ya había leído en la colección antigua que tiene mi hijo, ya veinteañero, y la última ración de escándalos erótico-financieros que ofrecía una seria revista de información general. Además, compre un par de ejemplares de SadoMaso y Sumissa, bizarras publicaciones de la época sobre el SM.

Antes de decidirme, pasé una y otra vez por delante del quiosco de la estación, observando de reojo el variado material que ofrecían y esperando que se marcharan las dos señoras que se debatían entre el Hola y el Super Tele. En realidad, desde un principio había decidido comprar algo porno, pensando en darle algo de calor a la fría noche en soledad que me esperaba, pues no sabía por qué, quizás por aquello del viaje de novios, las palabras noche y coche cama se juntaban en una amenaza de lujuria. Solitaria, pero lujuria al fin y al cabo. El resto lo había cogido para disimular, pero no sirvió de nada, El quiosquero, que resultó ser una señora ya entrada en años, aunque menos que en carnes, carirredonda y cejijunta, al descubrir las revistas entre las demás publicaciones inocentes me echó una despectiva mirada a medio camino entre el asco, la ofensa personal y esa mística caída de ojos que acaba por convencer a todo bicho viviente de las virtudes del rezo continuado del rosario, y las colocó bien visibles encima de todo.

Ya lo he dicho, y si no lo he dicho aprovecho ahora para hacerlo ahora: soy un hombre normal. Ni pobre ni rico, ni listo ni tonto, ni viejo ni joven, ni gordo ni flaco, ni calvo ni con pelo. Casado pero mal follado. Dos hijos repelentes y gorditos, un crédito, una hipoteca y una tarjeta del Corte Ingles. Pago mis impuestos haciendo todas las trampas que puedo, y en tiempos adolescentes tuve relaciones más que platónicas con un compañero de colegio al que daba gusto besarle el pene descapullado y lustroso en los lavabos del segundo piso, mientras el padre Manuel estaría en clase pellizcando en la entrepierna al empollón de turno, al tiempo que de sus labios surgía, docto e impenetrable, el teorema de Pitagotas. Ya digo: normal. Incluso vulgar, si nos pusiéramos muy exigentes. Pero tengo un secreto que sólo yo conozco y ahora comparto con ustedes: desde adolescente me mato a pajas con las revistas porno y otras lecturas e imágenes incandescentes.

Los sexos exultantes de las revistas suecas me han humedecido el glande desde que, siendo un adolescente granujiento, me las agenciaba clandestinamente, y a precios abusivos para mis jóvenes bolsillos, en los puestos del rastro madrileño. El zafio relato de una revista vulgar me excita tanto, al menos, como el más jocoso pasaje de Fanny Hill. El cuerpo aceitado y el sexo descomunal y refulgente de un negro altivo, que sodomiza a un blanco de peludas nalgas en la celda de una orgiástica prisión californiana, ha deparado a mi no tan dotado miembro viril --he de reconocerlo con no poco pesar y congoja – algunas de sus más gozosas corridas. Y aunque no desdeñe el lesbianismo o la coprofagia, ni cierre escandalizado los ojos ante el bestialismo que no resulta demasiado tosco, ni dejen de interesarme el fetichismo, la lluvia dorada, el travestismo o la simple y sencilla orgía literaria, lo que de verdad no puedo aguantar sin que me estallen las venas del pene es todo ello mezclado en una buena historia de humillación y entrega total.

Muchas veces he pensado que esta afición mía puede deberse a que las siglas de la pedante palabra que la define: Sado-Masoquismo, coincide significativamente con las que marcaban como un hierro de tortura la editorial de mis libros escolares, todos ellos, siempre y desde el primer curso, de la editorial SM. La asociación de las primeras pajas escolares a esas siglas ha debido marcar mi sexualidad para toda la vida. Y como mi señora es una santa, no porque yo lo diga o el tópico lo reclame, sino porque fue educada por una madre catequista y eso marca de por vida, y no puedo llevar a cabo mis fantasías en familia (y no tengo los cojones necesarios para comer paella fuera de casa), debo desfogarme en los libros y revistas que alimentan mi vicio más secreto.

Me he sentido otro hombre degustando aquel momento de la Historia de O en el que Sir Spencer atiende una llamada telefónica en su lujoso despacho al tiempo que acaricia con un dedo el sexo abierto, rojo y húmedo, de una O desnuda y depilada, mientras que la cadena que atraviesa el labio derecho de su vulva, recordatorio permanente de su sumisión y entrega, tintinea sobre la mesa brillante y fría del despacho del inglés al ritmo que marca el movimiento pausado y continuo de la mano masculina.

También he gozado como en carne propia la sensual alegría de Grushenka sodomizada con cruel indiferencia por aquel malvado secretario que, como todos los viciosos taimados y cobardes, acabará castigado algunas páginas después. En más de una ocasión la velocidad de mis dedos ha sido superior a la de mis ojos leyendo la forma en que el cándido pero perverso protagonista de Orgía en el rancho, previamente sometido a un sofisticado e implacable proceso educador, saborea bajo la mesa los jugos amorosos que su domador acaba de soltarle en la boca mientras charla amigablemente con sus invitados en una comida de negocios.

A la salud de tantas aventuras eróticas sobre papel impreso fueron incontables los amaneceres húmedos, los atardeceres mojados y las furtivas masturbaciones en los lavabos de la oficina, entre papeleo en la mesa y visita a la recepción, o en los retretes de algún bar cochambroso cuando la urgencia acosa. E incluso en los servicios de los aviones, entre almuerzos de plástico y avisos finales de "abróchense los cinturones de seguridad, apaguen los cigarrillos y permanezcan con el respaldo de su asiento en posición vertical".

En verdad todo esto son elucubraciones posteriores, pues no pensaba en nada de lo anterior al subir al tren. Lo de teorizar sobre mis pajas me vino luego, con la edad, y ha sido después, al reflexionar una y otra vez sobre lo que me sucedió aquella noche, cuando he llegado a esas conclusiones, que bien podrían ser, por otro lado, gratuitas. En aquél momento mi única preocupación era subir las escalerillas del vagón sin tropezar.

El revisor me acompañó hasta mi departamento, el nº 7, que nunca olvidaré. Como soy tímido, dudé entre darle propina o no. A1 fin se la di, y creo que me quedó agradecido hasta la muerte por mi desproporcionada generosidad. Me introduje en el camarote del coche cama como en el tubo lanzatorpedos de una película de submarinos de aquellas de antes, dejé la maleta en su sitio y me tendí en la cama a la espera de que el tren iniciara la marcha. Cogí una de las revistas y empecé a ojearla. Un suave número de exhibicionismo para abrir boca: dos chicas que jugaban lujuriosamente con sus sonrosadas desvergüenzas frente a una ventana abierta ante los atónitos ojos de media docena de viandantes anónimos que, al final del cuento, acababan por inundarlas con los efluvios provocados por la exhibición. No estaba mal. Un ligero endurecimiento que anunciaba progresivas turgencias fue el primer efecto de la lectura.

Luego seguían media docena de cartas, más sosas que un cubito de Starlux disuelto en el Manzanares, y un consultorio sexológico en el que un médico sospechoso aconsejaba a un más que inverosimil jovencito sobre la sumamente improbable manera de curarse lo que el docto aconsejante, mezcla de pampero argentino y sacerdote de vudú, definía como "complejo Luky Luke", consistente en correrse antes que su sombra. Tenía gracia, pero la sonrisa tiene la contraindicación de devolver al estado de flacidez el miembro más enhiesto. Siento decirles esto, pero es lo que pienso, aunque no quiero que se interprete como una crítica: el humor está reñido con el ardor; si pretenden conseguir el ardor de los lectores prescindan del humor los escritores.

Seguí ojeando y las cosas llegaron a su punto deseado. Tras unas páginas en color, en las que, con no demasiada fortuna, se intentaba recrear fotográficamente una escena sadomasoquista en un castillo medieval; la historia de la violación de un tierno camarero de motel de carretera, llevada a cabo, con singular brutalidad y desprecio de los buenos modales, por dos camioneros de pelo en pecho y pichas implacables, sirvió para levantar a una considerable altura la tienda de campaña que se iba formando, sin prisa pero sin pausa, en mi pantalón.

Pero lo que ya acabó de enervarme fue la supuesta carta de un masoquista recalcitrante que, gozoso y atemorizado, había encontrado en una cafetería plastificada de las Ramblas barcelonesas a la tiránica y cruel dueña de su vida. La carta contaba de qué manera la sofisticada y altiva dama, vestida de cuero, como dictan las normas, le había reclutado públicamente en una cafetería, tras humillarle delante del camarero y una pareja de pulcras ancianitas que tomaban infusiones de menta en la mesa de al lado, y cómo le obligaba a acompañarla hasta su casa, desnudo, silencioso y sumiso, en el asiento trasero de su todoterreno; con que autoridad le dejaba solo en una habitación oscura tras haberle atado a una silla, insertado en un gran pene erecto de madera que le desvirgaba, dolorosa y placenteramente, el último reducto de su masculinidad.

Hasta ahí llegué. La tienda monoplaza de mis pantalones alcanzaba ya, pese al frágil mástil que la sostenía, el tamaño de una jaima árabe, pero aún quedaba noche por delante y no estaba dispuesto a derrumbarme ya en el sueño con una corrida tan temprana. Además, las alubias de la comida ya llevaban tiempo exigiendo salir a tomar el fresco y mi cuerpo exigía expulsarlas con urgencia.

Ya aliviado en el retrete del vagón regresé a mi cubículo. Decidí volver a mi departamento. El pasillo parecía una alineación perfecta de cámaras frigoríficas. Apenas había comenzado a andar cuando observé una figura que, al fondo del pasillo, salía de una de las puertas y se perdía por el otro extremo. Me intrigó aquella sombra vaporosa, pues no otra cosa era lo que vi, que desapareció rápidamente de mi vista, y quise saber de dónde procedía. Todas las puertas estaban cerradas excepto una: la mía, que con las urgencias fisiológicas había dejado entreabierta. Instintivamente comprendí que era de allí y no de ningún otro sitio de donde había salido aquella sombra misteriosa y excitante: Y me preocupé, pues con las prisas había dejado abierta encima de la cama la revista que estaba leyendo. Cualquiera podía haberla visto, y si quien fuera había salido de mi cuarto sin duda la habría ojeado.

Sentí que me ponía rojo hasta los cabellos. Cerré bien la puerta con todos los cerrojos que encontré y decidí que, puesto que no me había visto a mí, poca vergüenza podía darme que hubiera descubierto la revista. Vaya por dios, un pajillero anónimo, pensé que pensaría. Al día siguiente, al llegar a Madrid, abandonaría el departamento antes que nadie y así, fuera quien fuera la dama en cuestión, no podría relacionarme con el lector de tan depravada publicación. De momento tenía otras cosas que hacer, aunque el sobresalto que acaba de sufrir no contribuyera, precisamente, al precalentamiento que necesitaba.

Ya calmado me desnudé completamente. Puse al alcance de la mano la bata que mi mujer siempre se empeña en incluir en mi equipaje, y que yo rara vez utilizo, y me dispuse a terminar la placentera tarea que tan desagradablemente había interrumpido la urgencia de los retortijones.

Sin embargo, no conseguía concentrarme lo suficiente en la lectura. La historia del masoquista captado en plena cafetería de las Ramblas, que tanto me había excitado antes, se me presentaba de repente como carente de interés. La acción avanzaba torpemente con un innecesario despliegue de látex, cueros, coprofagias y azotes y más azotes que, si nunca resultan demasiado creíbles, allí tomaban el aspecto de un guiso pasado hasta el encostramiento. O tal vez fuera que mi libido se había quedado encerrada en el retrete mirándose al espejo. Solo la extraña sombra que había salido tan furtivamente de mi departamento me intrigaba y me creaba un cierto morbo de baja intensidad.

¿Quién era aquella persona? ¿Qué buscaba en mi departamento? ¿Habría visto la revista? ¿Qué habría pensado de mí? ¿Creería que soy un depravado? ¿Y si, por casualidad, compartiera mi aficiones? ¿Qué podría pasar? Daba vueltas y más vueltas en mi cabeza a estas y otras interrogantes y así no podía prestar atención a las aventuras de la revista, porque lo que me la ponía dura en ese momento no era lo leído, sino lo cavilado.

Cuando estaba ya a punto de apagar la luz y cambiar los brazos de Afrodita por los de Morfeo escuché otra vez golpes persistentes en la puerta. En un principio pensé hacerme el dormido y dejar que se marchara el inoportuno visitante, pues estaba seguro que se trataba del revisor. La insistencia en la llamada, sin embargo, me obligó a levantarme, aunque me vestí previamente.

(2. La sorpresa de la Condesa)

Lo que vi en la puerta me dejó perplejo. Un camarero, que sin duda no pertenecía a la plantilla de RENFE, pues no llevaba la clásica chaquetilla blanca, sino una especie de librea roja con brillantes hombreras, que se completaba con un pantalón negro, zapatos de igual color y guantes blancos, me miraba. Una calva de brillo impoluto coronaba su buena estatura y un bigote casi grotesco, un enorme mostacho que le asemejaban a un húsar de las antiguas películas de Sissí, le convertían en un personaje singular.

-La Condesa Lindowski le invita a visitarla en su vagón privado.

Soltó el gigante sin mayor preámbulo. Estuve a punto de mandarle a matar cosacos con Miguel Strogoff, pero me di cuenta de que la tal Condesa no podía ser otra que la extraña visitante de mi departamento y se me dispararon los relés de la imaginación. Al momento siguiente andaba tras el extraño camarero por el pasillo.

La entrada en el vagón contiguo me dejó de una pieza. Aquello era totalmente diferente a cuanto había visto hasta entonces en tren alguno. Parecía que me hubiera sumergido en un viaje a otro tiempo. La entrada del vagón era un pequeño y coqueto gabinete. Un vistoso tresillo de época, no se de cual porque yo soy de ciencias, ocupaba una de las paredes. Las ventanillas aparecían cubiertas por gruesas cortinas verdes y el suelo estaba enmoquetado totalmente. El gigante me ordenó – la amabilidad no era su mejor virtud – que me desnudara y esperara allí mientras avisaba de mi llegada a la Condesa.

El cosaco dio media vuelta sin dirigirme ninguna otra palabra y atravesando una puertecilla disimulada tras un espejo pasó al departamento adyacente. Yo estuve de nuevo a punto de dar media vuelta y volverme por donde había venido. Aquella situación, pese a haberla deseado durante largas masturbaciones de sueños sadomasoquistas, me asustaba realmente y, lo que era peor, me hacía sentir una rara sensación de ridículo que me avergonzaba aún más. Sin embargo, pudo más el morbo que el temor y decidí seguir las órdenes. Me desnudé dándome cuenta de que temblaba sin poderlo evitar. Un resto de miedo o de pudor hizo que me dejara puestos los calzoncillos, una prenda que, pese a ser minúscula, me ofrecía cierta protección en aquel ambiente extraño.

Cuando el criado regresó había pasado un buen rato. Me escrutó con ojos críticos y se fijó en que me había dejado los calzoncillos puestos. Temblé ante su mirada, pero el hombre no dijo nada, se limitó a sonreír fugazmente y a indicarme con un gesto que pasara por la pequeña puerta que daba acceso al resto del vagón. Entramos en un lujoso salón-dormitorio, en el que lo que más me llamó la atención fue una enorme cama con un baldaquín, lujosamente decorada, en cuya cabecera destacaba un cuadro de gran realismo que representaba a una ambigua mujer cubierta de pieles, a cuyos pies yacía, desnudo, un hermoso efebo encadenado de cuello y manos. A estas alturas ya no tenía la menor duda de dónde me había metido de manera tan casual y la excitación había superado cualquier clase de miedo o pudor. Mis calzoncillos mostraban con su abultamiento la cualidad de mis pensamientos.

Tras esperar allí unos momentos, apareció la Condesa envuelta en una ajustada bata de seda negra, medias con liguero y un corsé que dejaba sus senos al aire. No tuve la menor duda, era la sombra del pasillo, pues aunque sólo la había visto de espaldas, había algo en ella, un halo de poder y fascinación, que la hacía inconfundible. Era hermosa. Alta, morena, de tez aceitunada y acentuados rasgos eslavos, sus caderas eran poderosas, sus piernas firmes y sus senos, grandes y plenos. Se acercó a mí y me observó fijamente. Sin decir ni una palabra me cruzó el rostro con la fusta que llevaba en la mano y un ramalazo de agudo dolor me atravesó la cara. Intenté alzar las manos en un gesto instintivo de resistencia, pero apenas había iniciado el movimiento, los brazos fuertes y musculosos del gigante, que se había situado detrás de mi, me atenazaron y me dejaron inmovilizado. La Condesa, utilizando en esta ocasión la mano, me abofeteó un par de veces y luego preguntó, dirigiéndose al gigante con una voz profunda que me amedrentó:
-¿Le dijiste que se desnudara?

-Si, Condesa –. Contestó el oso aquel sin aflojar ni por un momento el abrazo de cosaco con que me sujetaba.

-¿Entonces porqué se ha dejado puesta esa prenda tan ridícula?
-No lo sé, Condesa.

-Está bien, habrá que apuntarlo para luego. De momento, déjale bien limpio y dispuesto.

Sin decir nada más, la Condesa dio media vuelta y se tendió en la enorme cama mientras el gigante me empujaba hasta un baño de reducidas dimensiones. Una vez allí me soltó, me metió debajo de la ducha y sin demasiadas contemplaciones me enjabonó y restregó con un duro estropajo de esparto, que puso mi piel al rojo vivo, centrándose especialmente en mis partes íntimas. Enjabonó mi sexo e introdujo uno de sus gruesos dedos en mi ano sin contemplaciones.
Di un respingo, pero el gigante sólo sacó el dedo tras limpiarme en profundidad, como si aquello fuera un trámite impersonal y desprovisto de interés, pero cuando ya me hubo secado y perfumado abrió un armario que ocupaba toda una pared del pequeño baño y extrajo varios instrumentos de uso sexual que colocó sobre la repisa de mármol del lavabo.

Lo primero que vi fue un remedo de pene de mediano tamaño y material oscuro. ¿Será de baquelita? me dio tiempo a pensar recordando Historia de O, pero no, era de látex. El gigante tuvo entonces su único rasgo humano: "será mejor que lleves esto, tendrás que acostumbrarte", me dijo con un tono de compasión en la voz. Luego procedió a introducir aquel artilugio en mi trasero, dejándolo bien ajustado gracias a la depresión en su grosor que había en uno de los extremos. Aunque aceitó el estrecho conducto, virgen hasta aquel momento, todo sea dicho, la penetración de la pieza de látex, que resultaba suave y elástica, forzó mi anillo y abrió mis interioridades al sentirlo avanzar con una mezcla de dolor y ansiedad nada desagradable. Me puso luego correas en el cuello, muñecas y tobillos y pasamos de nuevo a la habitación tras hacerme beber una copa de un líquido azucarado y fuerte. Mientras me preparaba, el gigante me había comunicado lo que tenía que hacer: lo primero de todo arrodillarme delante de la Condesa y acariciar con mi lengua su sexo hasta que me diera una nueva orden.

Allí estaba ella, tendida en la cama en actitud relajada. Había dejado a un lado la fusta y leía distraídamente un libro mientras se acariciaba los pechos pellizcándose los pezones. El criado que me llevaba de la correa me colocó a sus pies, a cuatro patas, tras taparme los ojos con una venda. A continuación me hizo avanzar la cabeza en dirección a la entrepierna de la Condesa, que había abierto sus muslos y me esperaba. Los recorrí con la lengua, ascendiendo lentamente por ellos a la espera de encontrar su sexo rojo y seguramente ya abierto, húmedo y oloroso. Pero de repente mi rostro tropezó contra algo que no esperaba, ¡oh, sorpresa!: no una raja jugosa y blanda, sino una imponente columna de carne profusamente troquelada por prominentes venas rojizas que la rodeaban, coronada por la suavidad húmeda de un lustroso glande goteante, alzada como una torre de Pisa sin balcones sobre el depilado pubis que recorría mi lengua.

La Condesa no dijo ni una palabra durante el largo tiempo que estuve en esa posición, recorriendo con mi boca la prueba palpable de su ambigüedad e indefinición. El arnés que me desvirgaba me dolía un poco y mi posición a cuatro patas, enterrada la cabeza entre los muslos de la mujer que de repene había dejado de serlo y totalmente expuesto a la vista del gigante, a quién sabía a mis espaldas, no podía ser más humillante, lo que no bajaba precisamente mi turgencia sexual. Cuando más ensimismado estaba en devorar el turgente sexo de la Condesa, labor que había ejercido un poder casi hipnótico en mí y no me dejaba pensar en otra cosa que no fuera satisfacerla rápidamente, noté que tensaba ligeramente el vientre y las piernas. Me sujetó la cabeza y me la metió hasta la garganta. Contuve el vómito, y sin el menor aviso, un torrente de semen, cálido y amargo, estalló en mi lengua y me llenó la boca. Instintivamente hice ademán de retirarme, pero solo fue un momento. Me encontraba en tal estado de excitación que aquello era precisamente lo que más deseaba en el mundo, y la corrida de la Condesa resbaló por mi cara, inundó mi boca, se salió de los labiosy escurrió sobre su depilado pubis, que hube de limpiar con la lengua de inmediato.

-Vaya, veo que has aprendido pronto. Me ha gustado, pero eso no te va a evitar el castigo por haberte presentado ante mi con esa pinta de adultero sorprendido in fraganti por un esposo cornudo. Es demasiado vulgar, por mucho que tengas tan buena boca para follártela--. Dijo la Condesa mientras me daba un empujón con el pie, tirándome de la cama, y se dirigía al baño tras levantarse y darle la orden a Igor, el gigante, al que por primera y única vez escuché llamar por su nombre, para que lo dispusiera todo.

Me quedé tirado en el suelo. Igor dio dos palmadas y por la puerta entró un hombre más o menos de la misma catadura que él. Con toda frialdad me cogieron entre los dos y colocándome contra una de las ventanillas del vagón sujetaron mis brazos y pies a unas barras que había encima y debajo de ella, dejándome abierto y desprotegido. La cortina estaba descorrida y las luces del vagón encendidas, era de noche y el paisaje oscuro pasaba a toda velocidad ante mis ojos. No pude dejar de pensar que cualquiera que estuviera en el exterior podría verme en esa vergonzosa postura, aunque sólo fuera fugazmente.

No había oído nada detrás de mí cuando un fuerte dolor me atravesó el glúteo derecho al tiempo que el restallar de un látigo llegaba hasta mis oídos. Fue como un relámpago eléctrico que hubiera dejado una estela de trueno en la noche. Primero el agudo mordisco del cuero, que se amoldó a mi cuerpo y me hizo soltar un agudo grito de dolor, luego un fuerte escozor, que se fue apagando lentamente sin que llegara ningún otro golpe. Yo no sabía que pensar, si sería el único o todavía quedarían más. Nadie decía nada. Un dedo suave recorrió con lentitud el surco que debía haber dejado el látigo. Cogiéndome del pelo, una mano tiró hacia atrás de mi cabeza y quedó ante mi vista la cara de la Condesa que mostró a mis ojos humedecidos por el dolor el rastro de sangre que le había quedado en la yema de los dedos.

-Tienes la piel muy fina, pero el castigo no va a ser menor por eso –, dijo, y luego añadió, dirigiéndose a Igor--: Veinte por detrás y otros tantos por delante. Y ponle una mordaza, no quiero escuchar sus gritos.

Tras taparme la boca volví a quedar de nuevo con la cabeza pegada al cristal. Pasábamos por delante de una estación cuando el segundo latigazo atravesó mi espalda. El dolor me impidió saber si había alguien en aquel momento en la estación, que, eso si lo recuerdo, estaba totalmente iluminada. Uno tras otro, los latigazos restantes cayeron sobre mí sin piedad. La mordaza estaba totalmente mojada por mi saliva y mis lágrimas, que no había podido evitar. La turgencia de mi sexo era, no obstante, sorprendentemente dura, y unos churretones de humedad pegajosa manchaban el cristal allí donde mi masculinidad había entrado en contacto con la ventanilla.
Tras el primer castigo, Igor me desató de pies y manos y me dio la vuelta. Al principio, con la turbación y los ojos enrojecidos por el llanto, no pude ver lo que pasaba frente a mí, pero cuando el gigante hubo repetido la acción de atarme, esta vez de frente, pude distinguir a la Condesa tendida en la enorme y lujosa cama. Se encontraba abierta de piernas y sobre ella, desnudo, enorme y musculoso, el segundo de los criados, que se balanceaba sobre ella, haciendo entrar y salir en su agujero la enorme columna de la Condesa. Su trasero, musculado y brillante por el sudor, se movía como un pistón sobre el cuerpo tenso de la dama, que golpeaba con sus manos la cara del criado como si le quisiera espolear en su cabalgada.

Cuando se apercibió que me habían dado la vuelta, la Condesa hizo parar al criado, que se descabalgó de su polla, y se colocó a los pies de la cama, a cuatro patas y mirándome fijamente. Mantuvo sus ojos clavados en los míos y yo no pude sino bajar la mirada mientras escrutaba todo mi cuerpo: mis manos, flácidas y vacías atadas en lo alto de la ventanilla, mi cara sudorosa y mi boca amordazada, mis ojos llorosos y mis piernas abiertas, y sobre todo mi sexo, mi sexo levantado, pleno, dolorosa y gloriosamente erecto, a punto de estallar pero, por otro lado, incapaz de hacerlo.

El criado se colocó detrás de la Condesa y con gran cuidado le introdujo su enorme miembro en el pozo más oscuro del amor. Sin dejar de mirarme, ella se acomodó para sentir más profundamente la potencia del macho. Un nuevo azote, en este caso de una especie de látigo de siete colas, que restallaron, secas y cortantes, sobre mi pecho. De nuevo me había pillado el golpe de improviso y no pude evitar un estremecimiento de dolor que me recorrió entero. En los ojos de la Condesa surgió un destello de placer, y golpeando sus rotundas nalgas con fuerza contra el criado, se introdujo el miembro del hombre hasta lo más profundo. Cada latigazo fue un estremecimiento de dolor para mí y de placer para la Condesa. Igor permanecía impasible con el azote de siete colas en la mano, dejándolo caer sobre mi maltrecho cuerpo de forma irregular, como si los latigazos coincidieran con los temblores de placer de la Condesa.

El último azote, que golpeo sin aviso mi erguido sexo y mis testículos recogidos y llenos, fue el momento en el que la Condesa llegó al éxtasis. Un espeso chorro de semen golpeó contra la colcha en interminables sacudidas, y su rostro se crispó en un gesto cruel y acerado que cambió pronto por una expresión de tranquilidad. Su cuerpo todo se tensó. Un grito profundo y un jadeo continuado salieron de su garganta mientras dejaba relajarse sus miembros y su cuerpo caía como desmadejado sobre la cama.

Yo quedé derrotado sólo de mirarla. Allí amarrado, con todo el peso colgando de los brazos y un dolor inaguantable y anestesiante que desde el mismo centro del cuerpo me recorría cada nervio, de los pies al último cabello, concentrándose en el sexo que apuntaba hacia delante como si quisiera independizarse de mí. Paso un momento. Todo quedó en silencio. La Condesa se incorporó y se sentó a los pies de la cama frente a mí. Sin tocarme acercó los labios a mi capullo y engulló mi sexo en un gesto glotón. Apenas pude resistir más de un par de embites. Mi excitación, reprimida hasta ese momento, estalló en un chorro de semen que golpeó el paladar de la Condesa, quien se levantó, lo dejó rezumar en su boca y luego lo hizo rebosar y caer sobre mis labios abiertos. El dolor y el éxtasis me hicieron perder el sentido.

No recuerdo más de aquel suceso. A la mañana siguiente me despertó en la estación de Chamartín la señora de la limpieza de los trenes. Estaba profundamente dormido en mi departamento, el nº7, pulcramente envuelto en mi pijama, con la revista tirada al lado de la cama y sin haberme dado cuenta de que habíamos llegado al final de trayecto. Tras vestirme y salir al andén intenté buscar el vagón en el que tan extraordinarios sucesos me habían ocurrido, pero no lo encontré o no supe identificarlo. Desde ese momento me han ido viniendo a la memoria todas las imágenes con una claridad extraordinaria, y aunque a veces pienso que fue tan sólo un sueño calenturiento, debido a la influencia de los relatos y las fotos que usted publica en la revista, las marcas de la fusta que quedaron en mi cuerpo me convencen de que todo fue bien real.

En cualquier caso, desde entonces no he dejado de viajar en tren, siempre de noche, siempre en coche cama, con la esperanza de que la Condesa se me aparezca por segunda vez. Y aunque el acontecimiento todavía no ha sucedido, desde aquel momento me apunté voluntariamente a la campaña de promoción de RENFE y aquí estoy, todavía llenando sus arcas con la VISA.

jueves, 20 de agosto de 2009

SPIRIT SE HA IDO DE VACACIONES Y LE HA DEJADO LAS LLAVES DEL BLOG A...HELIOS DE JUDE (II)

Pues como lo prometido es deuda, segunda parte de los PANFLETOS DE UN PORNÓGRAFO MIOPE, de nuevo ilustrado por Jordi Bernet. El sábado o por ahí, un relato de Helios de Jude y fin de las firmas invitadas.

A disfrutarlo, que son dos días;


5.- Reivindicación del esclavo

Los esclavos somos sumisos, pero no tontos. Al menos por lo general, que de todo hay en la viña de Masoc, como en la de Sade por otro lado, que tiene más cepas pero da el mismo vino. Por resumirlo en una sola frase, se podría convenir que somos casi humanos.

“Si me pinchas sangro….”, podría pensar mientras, amarrado con los brazos en alto de cara a una pared rugosa, espero que la marca del látigo firme sobre mi piel la posesión de quien me domina. Pero en esos momentos no se piensa, sólo se escucha: el sonido de los pasos que te rodean, el ruido del cuero que se estira o se enrosca, el jadeo contenido de quien toma fuerzas para descargar el golpe certero que te hará volar a un mundo en donde el dolor es la firma del cariño. Hay quienes no lo creen así, quienes piensan que los sumisos somos sólo sacos de arena perdidos en las profundidades de nuestros propios miedos. Pero se equivocan.

Después de haber sido follado, amarrado, azotado, vejado, pellizcado, pinzado, humillado, meado, forzado… y todas las palabras acabadas en ado que caben en el diccionario --como acariciado, por ejemplo--, me arrastro agotado hasta la ducha y me pongo la careta de andar por la vida. Salgo a la calle, hace sol o llueve, las caras anónimas de la gente se cruzan apresuradas en las esquinas sin darse cuenta de que existen. En mi cabeza se recrea el momento ese en que puesto a cuatro patas lamí, besé, chupé, absorbí y acaricie hasta quedar exhausto. Kilómetros y kilómetros de piel recorridos por mi lengua húmeda y penetrante.

Pero ahora estoy de pie, ojo entonces quién se cruce en mi camino. Ojo el que desprecie. Ojo el que falte al respeto. Ojo el que mire con cara de superioridad. Ojo el que insulte. Ojo el que se crea con derechos que no tiene. Ojo el que agreda. Ojo el que piense que es más que nadie: soy un esclavo y puedo arrancarle los huevos de un mordisco.

6.- Elogio del vicio desmedido

Hace tiempo, mucho tiempo, aunque para algunos siga siendo tiempo presente, había una leyenda en ripio que se bordaba en las aberturas que ciertos camisones de señora llevaban en la cama para ahuyentar la lujuria del varón o en los cuadros del sagrado corazón de Jesús que adornaba las paredes de tantas alcobas. "No es por vicio / ni es por fornicio: / es por hacer hijos / a su santo beneficio", rezaba el versito en cuestión. Y se quedaban tan anchos.

Yerran los curas y sus acólitos cuando aseguran que alejarse de la postura del misionero, hacerlo fuera del matrimonio y no pensar en la procreación es caer en la animalidad más abyecta. Nada más lejos de la verdad, pues de haber en estas cosas del follar verdad alguna sería la contraria. Los animales no tienen vicios, es cierto. Para ellos el sexo es un simple ayuntar cuando el instinto lo exige. Los bichos follan por necesidad, no por deseo, y en eso se distinguen de los humanos.

Las personas, racionales como son, abiertas a todos los recovecos del cerebro, buscan en la sexualidad algo más que el apareamiento, porque la experiencia, la razón y la lujuria (cualidad humana donde los haya) nos han demostrado que follar por follar, sin otro aliciente que la prole que cada polvo promete, además de aburrido es muy cansado, y hemos ido desarrollando, cada uno en su propia mismidad, mil perversiones y vicios, que nos alejan de la simple animalidad del polvo procreativo.

No nos vengan con cuentos los pregoneros del pecado, los terroristas sexuales de los Club de Castidad y sus ideólogos con alzacuello o corbata. Allá ellos, pero a nosotros que no nos toquen los cojones: No es pecado el placer. No da cáncer follar. Hacerse pajas no arruina la médula espinal. No corrompen los homosexuales. El sadomasoquismo no hace daño. Y, si no se lo creen, ¡pruébenlo!

El vicio desmedido nos acerca a la divinidad.


7.- Paradoja del esclavo libre

Ser esclavo y alcanzar la libertad con la esclavitud. No es mala paradoja, aunque a alguien pueda parecerle simplemente un sin sentido.

Lo dicen la constitución y las leyes, lo aseguran los tertulianos radiofónicos y hasta el Papa, que siempre habla excatedra, lo sentencia en sus sermones dominicales desde esa ventana que tanto sale en la tele: los seres humanos somos libres. Sin paliativos, sin condicionantes, sin aditivos químicos. Por el mero hecho de ser personas, juran y perjuran, somos libres.

Y en el claro y honesto ejercicio de nuestra libertad personal y ciudadana dedicamos los días a trabajar en oficios que nos arruinan la paciencia, a soportar prejuicios que nos coartan, a sufrir injusticias que nos rebajan, a pagar plazos e hipotecas que nos impiden vivir, a sonreír al impertinente y a bajar la cabeza ante el jefe déspota. Pero somos libres y la televisión nos da la opción de comprobarlo cambiando una y otra vez de cadena.

Los esclavos, sin embargo, ¡ay! los esclavos: sometidos, aherrojados, marcados, humillados. Infrahumanos. Poco saben los que poco miran que, en su esclavitud, han encontrado el sitio donde dar salida a sus pasiones más profundas, a sus sueños más repetidos, a sus anhelos más secretos.

Amarrado por las cadenas, el esclavo se encierra dentro de sí mismo y el mundo desaparece ante sus ojos. Dolorido por la mordedura del látigo, en cada quejido suelta la tensión acumulada en años de auto represiones. Encerrado con los ojos vendados en su jaula, deja volar la imaginación hasta llegar a los frondosos bosques de sus fantasías más íntimas, aquellas en las que entregándose se libera.

Cuando se somete, el esclavo hace uso de su libertad más inalienable: aquella que le otorga el derecho a la felicidad.


8.- Folladores, ladrones y asesinos

Cuando Jehová le entregó a Moisés las tablas de la ley en aquel monte en el que ardía una zarza, no sabía la cabronada que le estaba haciendo al género humano. Y no precisamente porque no deba haber leyes, que de alguna manera habrá que convivir, sino porque hay leyes que desde su propio enunciado son un insulto a la inteligencia, que suponen condenas inapelables ya desde el momento mismo de su promulgación.

En la su susodicha normativa divina hay un artículo, el sexto, para más señas, que reza con toda desfachatez: “no cometerás actos impuros”. Y en tan sólo esas cuatro palabras imperativas, el dios del castigo, que está en lo alto, detrás de la zarza, equipara el folleteo libre y placentero --incluso el simple follar en posición incorrecta, el polvo con condón o la alegre paja de toda la vida, si nos atenemos a la interpretación que los discípulos han hecho de la ambigua “impureza” del maestro--, con crímenes vituperables como el asesinato, el latrocinio, o la mentira que las tablas divinas condenan con toda justicia en otros apartados.

Han pasado miles de años, siglos y siglos de civilización, y los fundamentalistas de la virtud --tan virtuosos ellos que no cagan por si cagar es pecado, de ahí su permanente rictus de estreñidos-- siguen don erre que erre con la misma cantinela.

En sus mentes perversas, el liberalismo sexual de los últimos tiempos no sólo destruye la familia, mal supremo que abre un futuro tenebroso a la humanidad, sino que además, las pajas diluyen la médula espinal. Si practicas el sexo antes de tiempo le perderás el gusto. Si dilapidas su semen en agujeros que no son fértiles la humanidad dejará de perpetuarse. Si la lujuria se apodera de ti se te secará el cerebro, perderás la memoria, se consumirá tu médula espinal, te saldrán granos en la cada, y, lo peor de todo, te quedará en la mano un tic de constante balanceo arriba y abajo, arriba y abajo... y así por toda la eternidad, incluso en el mismísimo infierno.

¿Por qué le tienen miedo al placer? ¿Tanto miedo al placer? ¿Por qué esa inquina venenosa contra la felicidad? ¿Pensarán acaso que si ellos mismos follaran hasta hartarse, en cualquiera de las mil y una formas que para follar ha inventado el ser humano, se les quitaría de la cara ese gesto adusto que es el retrato de su pureza, y en su lugar, una sonrisa de satisfacción denunciaría a todos su pecado, su perversión, su vicio, su placer? ¿Considerarán, ¡ay! dios, que pueden pillar unas ladillas si frotan sus pubis contra otros pelos menos pulcros? Con lo que pican las jodidas.

No lo sé. Soy incapaz de entrar en sus mentes, aunque pienso que lo hacen porque consideran que una humanidad bien follada y libre de pecado es más feliz, y el humano, macho, hembra o entreverado, resulta menos controlable si no siente necesidad de contrición alguna. No lo sé. Quizás todo sea más simple y resulte que, además de unos reaccionarios, lo que de verdad son, sencillamente, es unos estrechos. Y unos aburridos. Con su pan se lo coman.

martes, 18 de agosto de 2009

SPIRIT SE HA IDO DE VACACIONES Y HA DEJADO LAS LLAVES DEL BLOG A...HELIOS DE JUDE

Tercera y última firma invitada en esta ronda de sustituciones veraniegas. Helios, también conocido como Dejud, es un sumiso con el que hice amistad en mis inicios de estos mundos amateur y así hasta hoy, tropecientos años después. Tiene una pedazo de Señora que no se pué aguantá, Jude, que además de irle a la zaga (o superarle, que para eso es el Ama) en intelecto está como un tren de mercancias. Tanto Zoe como yo les debemos mucho a ambos, ya que en cierto modo son nuestros Maestros. Ellos nos enseñaron bien; somos nosotros (bueno, aquí diré que he sido yo, para no ganarme un castigo de los gordos) quienes no hemos aprendido. La cosa es que le tengo al abuelo chapero...digo, a Helios, un gran aprecio y admiración, y desde luego que tenía muy claro que iba a ser una de las firmas invitadas si tenía a bien enviarme algo (y que se prepare Jude si vuelvo a hacer algo parecido). De hecho, muchos de mis pensamientos sobre el dentro- fuera, los límites, etc...provienen de su sabiduría infinita, lo que pasa es que yo soy más egocéntrico y me gusta más tunear las cosas, exponerlas y saciar mis ansias de atención por estos mundos de la red.

No es que dudase de su eficacia (ejem, ejem), pero tenía en mente ya unas líneas asesinas reprochándole que pasase de mí, haciéndome la víctima y tal cuando he recibido una sarta generosa de escritos. En ellos, Helios demuestra una vez más por qué le llamo El Maestro. Así que si algún día mi chulería del todo a cien me hace decir que le he adelantado por la derecha, no me hagáis caso, como podéis comprobar leyendo a continuación. Dado que lo envíado excede en generosidad (y calidad) los límites de este nada humilde blog, lo pondré en 3 partes; aquí los 4 primeros pangletos, el jueves los 4 restantes y el sábado un relato para nuestras noches de insomnio. Los dibujos, en esta ocasión de Jordi Bernet, los he elegido yo.
Disfrutadlo pues;


PANFLETOS DE UN PORNÓGRADO MIOPE

El panfleto es un insigne género literario, siempre despreciado por los bien pensantes, que cuenta entre sus cultores parejas tan insignes como las de Juvenal y Petronio, Quevedo y Feijó, Voltaire y Rouseau, Menéndez y Pelayo. Hasta en la actualidad, mejores o peores, panfletistas son tantos tertulianos, comentaristas y agoreros de tertulias radiofónicas o televisivas. No aquí intención comparativa con unos u otros, extremos del mismo palo. Dios aleje la tentación de mi maltrecha alma. Sólo quizás, un punto de polémica y el deseo de divertirnos todos un rato, y a lo mejor hasta debatir alrededor del de sexo con esos panfletos que la RAE define como “opúsculos de carácter agresivo”


1.- Mejor un dolor placentero que un placer doloroso

El cinismo de los moralistas es una cloaca en la que los fariseos se ahogan en su propio vómito. Con la excusa de los celos el marido golpea a su mujer. Con la coartada de la justicia el carcelero carga de grilletes al preso. Con la justificación del perdón de los pecados el fraile cruza su espalda con las disciplinas. Con el cuento de ver a dios la monja macera sus carnes con el cilicio. Con la glorificación del patriotismo el general ordena el fusilamiento del desertor. Y sin embargo, todos ellos se escandalizarían si supieran que me gusta que mi Ama me cuelgue pesas de los testículos debidamente amarrados. Y clamarían al cielo con más fuerza si cabe al enterarse de que a ella, eso en concreto, le corrompe.

La ceguera de los miserables crea monstruos, más aún que el sueño de la razón. No saben los fundamentalistas de la moralidad mal entendida que el SM es un juego compartido y consentido cuyo único objetivo es el placer.

El amo o Ama disfruta con la posesión absoluta del cuerpo y la mente, todo sexo, de su esclava o esclavo. En este juego de apariencias que es el SM, el dominante alcanza el éxtasis con la entrega absoluta del otro, la que expresa ese momento en el que el dominado orgasma agradeciendo el castigo que se le impone. En ese mutuo intercambio de pasión, el sumiso alcanza su placer más profundo y escondido sabiendo que no se pertenece, que cuanto hace es voluntad del ama, aunque también lo sea suya. Descansa entonces el esclavo de toda responsabilidad y conoce el Ama o amo su poder más hermoso e inofensivo. Ambos gozan.

En ese doble juego de dominio y entrega también está la vida.


2.- Confesión de un masturbador

-Padre, me acuso ante Dios que me hago pajas con las revistas porno. Los sexos exultantes de las publicaciones suecas me han humedecido el glande desde que, siendo un adolescente granujiento, me las agenciaba clandestinamente, y a precios abusivos para mis jóvenes bolsillos, en los puestos del rastro. Padre, desde entonces no he parado.

-Mal nefando es ese, hijo mío, que pervierte el espíritu y arruina la salud. Pero sigue, descarga tu alma.

-El zafio relato de una revista vulgar me excita tanto, al menos, como el más jocoso pasaje de "Fanny Hill", aunque bien es verdad que la diversión sea notablemente inferior. El cuerpo aceitado y el sexo descomunal y refulgente de un negro altivo, que sodomiza a un blanco de peludas nalgas en la celda de una orgiástica prisión californiana, ha deparado a mi no tan dotado miembro viril --he de reconocerlo con no poco pesar y congoja-- algunas de sus más gozosas corridas. Y aunque no desdeñe el lesbianismo o la coprofagia, ni cierre escandalizado los ojos ante el bestialismo que no resulta demasiado tosco, ni dejen de interesarme el fetichismo, la lluvia dorada, el travestismo o la simple y sencilla orgía literaria, lo que de verdad no puedo aguantar sin que me estallen las venas del pene es todo ello mezclado en una buena historia de humillación y entrega total. Fotos e historias de mujeres y hombres colgados, adornados por las rojas marcas de la fusta, el morado cardenal de las pinzas y las minúsculos picotazos de las agujas, me han deparado momentos de supremo éxtasis derramado en la mano.

-Hijo mío, me aterra lo que me dices, y debo conocer el pecado para combatirlo. Tráeme esas revistas que tienes, que tengo que estudiarlas detalladamente antes de decidir la penitencia que te impongo… Ah, y no te la menees en el atrio, jodido, que lo dejas todo perdido y luego las feligresas resbalan en los charcos y me protestan.


3.- Parábola del cielo y del infierno

El invento más cabrón de la historia de la humanidad es el pecado; flaco favor nos hicieron descubriéndolo, codificándolo y dogmatizándolo. Por su causa, la humanidad ha sufrido siglos de complejos de culpa y han cargado los humanos con montañas de infelicidad que nos les correspondían. Que los sermoneadores, profetas, moralistas y predicadores que en la historia han sido, con teja, turbante o solideo, carguen con la responsabilidad. Gocemos nosotros con la trasgresión, que es la única parte divertida del embrollo.

Tan ingenuos como son, el cielo es el premio que esperan conseguir los aburridos para cuando doblen el gorro; un sitio donde disfrutarán eternamente del muermo de no sentir ni padecer. El infierno, en cambio, es la última utopía a conquistar por los rebeldes, siempre tan viciosos y retorcidos. Qué nadie se llame a engaño: sólo los arriesgados disfrutarán del reino de Satán y sus orgías y únicamente se mojarán los que pasen el río.

Llegará un día, por lejano que sea, en el que a los pecadores nos importará un pito lo que piensen los virtuosos en el fondo de su confesionario, sus monsergas moralistas y sus proclamas condenatorias.

Cuando llegue ese momento, el pecado será una palabra olvidada en algún diccionario antiguo y el común de los mortales estaremos más cerca de la felicidad. Unámonos los viciosos del mundo, que el futuro es nuestro. Levantadas las pollas y humedecidos los coños, enarbolando las banderas de la dicha, ocuparemos las grandes avenidas y celebraremos una gran orgía popular en la Plaza de Catalunya, el Obradoiro o en la Puerta del Sol. Allí estaremos de la mano la mujer pantera y el hombre elefante, un travesti rubio y un camionero cervecero de pelo en pecho, amas y amos que calzan fusta al cinto, esclavos cargados de cadenas y esclavas con los pezones anillados, parejas amorosas que se meten mano a las braguetas, familias completas con un hijo submarinista y hasta jovencitas virginales que no quieren dejar de serlo. En los balcones los estrechos de corazón nos mirarán con envidia. Será divertido. Estáis todos invitados.


4.- De límites y fronteras

Hay tantas formas de ver el sexo como personas follan en el universo. Es esta del folleteo cuestión que no admite estadísticas, mayorías, minorías ni leches (bueno, leches sí, ¿para qué vamos a engañarnos?). Cada uno consigo mismo, con otro u otra, de distintos o del mismo sexo, en grupo, fetichista, masoquista, sádico, homosexual, bi, hetero o reina de corazones, haga de su picha o coño un sayo, porque no hay patrón ni modelos y cada uno es un volcán que estalla en cada corrida.

A ver si aclaramos bien las cosas, que en este mundo hay mucho analfabeto sexual que dice, dice y dice, y no sabe lo que dice. Ellos nos quisieran todos iguales, cual conejos blancos en jaula dorada, uniformados cual infantes de colegio de pago. Qué pena, cuanto desperdicio, porque la realidad machaca con insistencia que todos somos diferentes, que cada uno encuentra el placer en el cumplimiento de su deseo y que, con las piernas abiertas, cada persona es un mundo que nunca se acaba de explorar entero.

"Dale cuerda a tus deseos, déjate llevar", tararea un cantautor vallecano, y tiene razón, porque el deseo es una angustia que sólo se calma al realizarse, cuando saciados de sexo yacemos en la tranquilidad absoluta del orgasmo cumplido.

Sepamos, no obstante, que hay que poner en pie los sueños, pero no hasta el punto en que dejen de serlo, porque, si la realidad acaba venciendo a la fantasía, la aventura es tan sólo rutina.

El lado más oscuro del sexo está iluminado por un rayo de pasión y su luz es tan intensa que nos ciega. En esos momentos conservemos intactos los mecanismos de la razón.

Aprendamos que la frontera está señalada por la marca roja de la felicidad del otro, que los límites los establece el placer y no el dolor, el goce mutuo y no el sufrimiento de nadie.

Teniendo eso en cuenta, todo está permitido.

El jueves, si Dios e internet lo permiten, los 4 restantes.

miércoles, 12 de agosto de 2009

SPIRIT SE HA IDO DE VACACIONES Y LE HA DEJADO LAS LLAVES DEL BLOG A...FRANKIE

Frankie es un contertulio habitual de este espacio y de otros sitios de mal vivir, como el blog de Ana Serantes y La Ultima Cereza, (blog éste último de la amiga Claudie a la que aprovecho para hacer un llamamiento; da señales de vida, mala pécora). Nos estamos tratando un poco últimamente, más allá del intercambio de impresiones y guerras entre comentarios blogeros aquí y allá. Y como me cae de puta madre me dije; voy a hacerle una putada. Y le pedí que fuera mi segunda firma invitada en este carrusel de verano.Al fin y al cabo sus comentarios emanan ironía, argumentos y están escritos con buena pluma (sin ninguna connotación homosexual). De forma totalmente incosnciente, el pobre ha accedido y he aquí su escrito. Pero antes de degustarle, quisiera expresarle mi más sincero agradecimiento por su colaboración y animarle a que anime el decaído panorama bloguero internacional creando su blog propio, que talento para ello tiene y además, dado que ha elegido él las fotos, buen gusto. He aquí la prueba:

La importancia de importar a quien importa.

Saludos a todos, es un honor participar en este blog tan chuli, por quien lo lleva y porque es un respiradero, es como una bocanada de oxigeno y de humor. Esta introducción es necesaria, es un peloteo sincero y bienintencionado al dueño de la casa. Bueno, pues una vez hecho el mismo a ver si consigo explicar el trabalenguas de título.

Pues va y resulta que estamos haciendo historia. Que sí, caray. Que los blogs de BDSM, D/S, etc, son algo novedoso en ella. Y claro que sí, por supuesto, si tenéis uno, vosotros también estáis haciéndola. Cada polvo que relatáis y cada fantasía que colgáis nos pone a vuestros lectores como cachorrillos hormonados. Nunca antes tanta gente había escrito sobre sus apetencias sexuales, proclamándolas a los cuatro vientos, poniendo fotos explícitas y, encima, produciendo un efecto multiplicador, al difundir las fantasías propias e incorporar las ajenas. Y no cabe duda que son fantasías contracorriente. En tiempos políticamente igualitarios, jugar a dominar o a someterse suena un tanto rarito.

Un servidor, que convive con la lujuria como el verano con las moscas, siempre ha vivido esta faceta sexual suya, las apetencias por que una mujer te someta y apisone sexualmente, con lo que podríamos llamar una socialización mínima, salvo la pareja preceptiva, claro, porque sino hay que echar mano de la autoconsolación, nunca mejor dicho.

Vamos, sin frecuentar para nada al “ambiente” (no, no me refiero a la blogosfera) por el aburrimiento letárgico cuando no letal que te producen los Fabricantes de Etiquetas y los Acuñadores de Definiciones.

Porque asomas la nariz por el Internet y te topas con un montón de filosofía de cajón sobre la sumisión “verdadera”, la sumisión “contradictoria” y un puñado de sutilezas de baratillo. Y es algo muy gracioso. Es gracioso porque hay gente por ahí que va diciéndole a otros como y cuando tienen que follar (o no) con aquellos que pretenden que les dominen. Lo sueltan con un desparpajo impresionante. Leyéndoles, recuerdan a la literatura esoterista baratera, la que te dice como tienes que relacionarte con tu guru para que este te “inicie” a los “misterios”...

Pero es que la cosa es aún más idiota y estúpida, es que resulta que hay gente que lo va preguntando. Y no, por supuesto que no estoy en contra de los consultorios de sexología bienintencionados y demás. Mas de una parejita ha resuelto ahí sus problemas con el ñaca-ñaca.
Tampoco pongo ninguna objeción al consejo sensato que viene de la experiencia y del sentido común y por ahí existen algunos blogs interesantes en ese sentido.

Pero en este tipo de sexualidad, basada en gozar del poder que tiene el otro sobre nosotros, las técnicas son algo secundario, accesorio. Aquí lo que se cuela a veces, de “regalo” en el paquete, son valores y normas de vida, por parte de personas que creen que el rol sexual nos define por completo.

Es como si en el mundo de todos los días, en la oficina viéramos cartelitos en las mesas tal que “Misionero Perez”, “Perrito Juan”, “Espatarradita Pepa”, “Vaquera Luisa”, “Promiscua Clara”, etc. Todos ellos sacados del sexo vainilla corriente y moliente. ¿Nos imaginamos a alguien pontificando sobre el misionero “auténtico”?

Pues este sexo vainilla resulta ser una auténtica tabla de salvación, es como la Fuerza Original, no lo perdamos de vista. Cada uno tiene sus preferencias, obviamente, pero para mí es el remate perfecto de una sesioncita. Hay un montón de parejas “clásicas” que están incorporando Dominación y BDSM. Se recorren los sexhops buscando dildos, penetradores y otros juguetitos. Ensayan todo tipo de fantasías con espíritu lúdico y festivo. Imagino que serán contempladas con desprecio por algunos bedesemeros del Jurásico, pero en fin, la cosa no pasa de ahí...

Pero eso sí, de sobra sé que hay escalones superiores, que son los que en el fondo buscamos. De que se puede retrasar y denegar el orgasmo, que se puede “ordenar” a un tío que no eyacule, que tu pareja te puede “vacilar” con un tercero, travestirte, atizarte estopa y que te puede moldear con su exceso de energías. Y que ello, inexplicablemente, te excita como un gorrinillo en un maizal, a pesar de no haber manera racional de explicarlo. Pero, cuidadoor, porque te lo deberia hacer alguien a quien le importes como una personita, no como un muñeco de plastilina aunque en apariencia se juegue a eso y este es el único consejillo que se me escapa, para el cual no hay que ser demasiado sagaz.

Tienes que elegir bien a es@ human@. Debe de compartir tus mismos valores , ya sean simplemente jugar y probar o bien, hacer algo juntitos y para siempre. Y, caray, que los tiempos cambian y hasta Guantánamo lo quieren cerrar ya. No abramos uno nosotros, joer.

Aquí termino y me despido de tod@s con un besazo de la hostia. La próxima semana tranquilos que, posiblemente, el blog volverá a la normalidad con su presentador habitual, o quizá no...

Pues le agradezco una vez más al amigo frankie su colaboración y creo que no perderé visitas con ella, por que está de puta madre. Por cierto; aunque no se nota en los comentarios, la intervención de ese putón de P´Gell ha incrementado las visitas diarias en un 50% de media, pese a ser agosto. No sé si por que en agosto la gente se aburre o por que esto de que escriba una mujer siempre tiene más tirón. O por que esté bien escrito, que también puede ser. Mi comentario respecto a lo escrito por frankie en la sección de comentarios correspondientes, que no se trata de pedirle que me haga un post para solapárselo. La semana que viene, última firma invitada con otro putón; mi Maestro.

jueves, 6 de agosto de 2009

SPIRIT SE HA IDO DE VACACIONES Y LE HA DEJADO LAS LLAVES DEL BLOG A...P´GELL

No cojo vacaciones, por que alguien tiene que levantar el país en agosto y siempre hay pringados como yo que tragan carros y carretas. Y aún una suerte, dado los tiempos que corren. Pero el que no se cojan vacaciones no significa que no se descanse. Al menos en lo que en términos blogísticos se refiere. Dado que la blogsfera sado o está parada o está de vacaciones, vamos a hacer lo mismo para no parecer pobres. Al fin y al cabo llevo desde el inicio del blog sin faltar una sola semana y a veces hay que descansar. Por eso, le he pedido a un grupo de gente de bien que sean las firmas invitadas en estas tres próximas semanas. Algunos han accedido y otros he tenido que amenazarles con contar alguna historia oscura,pero el caso es que vamos a ello y empezamos con alguien que conozco bien, una tal P´Gell a la que cedo gustoso la palabra:

Me llamo P´Gell. No sé que hago exactamente en el blog de spirit, ya que me gusta permanecer oculta y salir sólo cuando es necesario. Mi físico no es como el de los dibujos que ilustran este escrito, la P´Gell verdadera. Pero Spirit tampoco es en persona como el Spirit verdadero.

Soy sumisa de Zoe y espero que ella saque mi lado más puta y vicioso. No llevo mucho tiempo en estos mundos. Bueno, llevar llevo toda mi vida, pero siempre he estado oculta, resguarda en el armario sin casi salir. Digamos que P´Gell se ha construido hace poco. He abrazado mi lado putón recientemente. Me he puesto (o me han puesto) mis medias de puta y mi carmín de salida en busca se sexo perverso, rompiendo las barreras que me atenazaban y dejándome llevar por manos amigas y extrañas. No sé si soy sumisa o viciosa. Sé que disfruto y que quiero salir más.

Tengo la petición de hacer el escrito yo esta semana y la verdad es que no sé bien qué decir. Me ha dicho Spirit que hable de lo que quiera y como quiera. Pero ni sé expresarme como él ni me gusta llamar la atención (como a él).

Hay quizás un par de pensamientos que tengo presentes. El primero es que nunca había pensado acariciar ninguna forma de homosexualidad, ni aunque sea parcial. Sin embargo, en estos mundos mágicos las barreras del sexo se tornan más amplias y extrañas. ¿Acaso importa la mano que te azote? ¿No da más morbo el estar sometida por alguien de tu mismo sexo? Muchos sumisos van rompiendo tabues a medida que avanzan en su sumisión. Normalmente pasa con el género masculino. Los hombres ven cualquier cosa que les introduces por el ano como una ofensa a su masculinidad. Y tienen un bloqueo. Pero una vez lo prueban, van rompiendo tabues. No se es diferente, ni siquiera gay, por tener experiencias con un strapon o travestidos. Forma parte de la humillación y el juego. A mí me pasa en cierta forma lo mismo.

El segundo pensamiento viene vinculado a éste. No sé si definirme como sumisa. Soy, o mejor dicho, P´Gell es, una fantasía. Un personaje que abraza estos juegos y se deja llevar. Creo que esa es la esencia de estos mundos. La fantasía. Construimos. Construimos roles, construimos mundos, construimos juegos perversos y magia en base a disfrutar libremente de nuestra sexualidad. Yo también lo acepto todo, menos la falta de aliciente, la falta de morbo, la falta de ilusión, la falta de trabajarlo día a día para construir un mundo bello. P´Gell no existe por que haya un deseo sexual. P´Gell existe por que hay algo más importante; la ilusión para desarrollarlo.

Sé que hay un lado femenino nada desdeñable en este blog, en forma de las mujeres (por cierto, spirit, son mayoría, menos mal que ya estás cogido), que participan en este sitio. Pero aprovecho esta tribuna para plantear una última cuestión, aprovechando que se alza al púlpito un lado femenino, del calibre que sea. ¿Es machista el bdsm? Creo que sí. Leo en el blog de LauraM sus escritos en contra de los “amos” que igualan sumisa a puta. Veo actitudes desdeñosas respecto a las mujeres Amas y el mismo escrito anterior, con la participación estelar del tal amo capri, que decía que los sumisos son “menos hombres” es en el fondo una actitud también machista. Yo me pregunté....¿y si la payasada esta de Dómina Norma del post anterior (Cornudo y Felpudo) lo hubiese escrito un hombre? ¿Tendríamos la misma reacción? Le arrojo el guante a Spirit para que lo desarrolle.

Bueno, creo que ya está. No me enrollo tanto como él y no sé bien qué más decir. No está mal para ser mi primera intervención. Me ha costado mucho escribir estas líneas y espero haberlo hecho bien. Leeré todos los comentarios que dejéis, pero prefiero no salir mucho y que sea Spirit quien conteste por mí.

Un beso de carmín a tod@s.

Pues muchas gracias, hermana de cuadra, por tus palabras. Y no te preocupes; aunque el nivel está muy alto (ejem, ejem), lo has hecho super bien, estoy seguro que a la gente le gustaría más el blog de P´Gell que éste, menos mal que no existe y se tienen que aguantar con el mío. Te recojo gustoso el guante para desarrollar el tema del machismo en próximas entregas (pedazo de puta, en vez de estar fregando me manda trabajo...). La semana que viene, otro invitado/a, aunque no diré quién por que todavía no me ha enviado el escrito y a ver si, como en las varietés, lo/la tendremos que sustituir a última hora. A sí que si quieres la gloria y la fama, espabila, f....