Hoy toca batalla del abuelo Cebolleta. Ya sé que queréis entrevistas, o en su defecto escabrosidades e intimidades de torturas que me hace mi Señora, pero se siente; el gato es mío y me lo follo cuando quiero. Bueno, y de mi Señora, pero ella sólo me folla a mí, aquí simplemente escribe cuando le chota y ha dicho que por hoy pasa, que cuente mi rollo y si eso ya le dará like por pena.
Para todo aquel menor de 25 años, diremos que los video clubs fueron un negocio que proliferaron a principios de los años 80, sobrevivieron a duras penas en los 90 y acabaron extinguiéndose en los dos miles. A los milenials os sonará como cuando las abuelas iban a lavar la ropa al río.
Consistían, juventud asquerosa, en sitios donde había estanterías llenas de películas que podías alquilar, normalmente por 24 horas a entre 150-200 pesetas, para ver cómodamente en casa mediante un aparato reproductor llamado vídeo doméstico. Evidente, no había internet, ni Netflix, ni canales tdt, ni siquiera más de dos canales en la tele. De hecho, ni siquiera todo el mundo tenía vídeo, que no dejaba de ser un artículo “de lujo” que no todo proletario se podía permitir. Mis padres no lo compraron hasta mediados de los 80 y por navidad. Una guerra tendríais que pasar.
Supongo que aquí los más viejos del lugar podrían compartir batallas de esos tiempos que ojalá no vuelvan nunca. Que si la novedad del mes, obras maestras como La Jungla de Cristal 2, siempre estaba cogida. Y es que podías alquilarla….sólo 8 meses después de su estreno en cines! Que tenías que devolver la cinta rebobinada (esto ya paso de explicarlo a los milenials porque les estalla la cabeza) y luego nadie lo hacía. Que si sistema VHS o Beta.
-“No nos interesan tus mierdas de viejo,tío….qué tiene que ver esto con el bdsm?”.
Pues ahora voy, leñe.
Todo vídeo club que se precie tenía las películas más o menos ordenadas por categorías. Que si estrenos, que si amor, que si de risa, que si clásicos. Y, por supuesto,…su correspondiente sección de películas X.
Ya saben por dónde voy, no? Bueno, supongo que ya lo sabían desde el “Hoy toca…”.
Esta sección estaba normalmente “al fondo”, separada por un biombo o alguna estantería. Digo normalmente porque, amigos, estamos en los 80 y esas cosas no tenían ninguna importancia. Muchos vídeos clubs tenían la sección de porno a la vista tan tranquilamente, incluso (esto lo juro que lo he visto) al lado de las pelis de dibujos animados.
Bueno, pues eso, ya se lo pueden imaginar. Mi yo de 15-16 años tiene, como todos los yos de 15-16 años, las hormonas alteradas. No especialmente por las pelis porno, que aunque a nadie amarga un dulce tampoco le atraen en demasía. Al fin y al cabo mi padre compraba Interviú asiduamente y las dejaba en el revistero de la casa con normalidad, y como buen adolescente ya había visto un par en casas de amigos, sin pajillas y sin mariconeo, y esas cosas de un fontanero bigotudo que se folla al ama de casa en comisión durante 45 minutos en un único plano no me decían nada. No, por eso no, más allá de la curiosidad adolescente…
…pero…
…mientras he ido a ver si estaba disponible Glemlims 2 o algo así he visto por el rabillo del ojo una carátula de una tipa con botas altas en la sección x. En realidad, para qué negarlo, a la segunda visita nada más tener vídeo doméstico. Al vídeo club donde iba yo, como era de nivel alto, sí que tenían mampara separadora. Como adolescente que fantaseaba más con la maestra castigándome que con la Jenny de turno esto fue una revelación.
Aunque no lo parezca, de adolescente era tímido. Algo mutó en mi con algún cambio de células o similar, pero todavía faltaban algunos años para eso. Por mucho que me atrajera, ni loco iba a entrar yo en la zona x de un vídeo club donde me conocen, y mucho menos coger una película rara de pervertidos, tarados y frikis.
La solución era obvia; ir a otro vídeo club donde no me conocieran.
Se inició así una bonita ruta por vídeo clubs de mala muerte, normalmente alejados de mi casa y a ser posible de mi barrio, cuyo fin era la caza y captura de películas x del tema para ver en los ratos muertos mientras mis padres se iban a pasear o similar.
Por fortuna, en aquellos tiempos para hacerte “socio” bastaba coger una película, rellenar una ficha con la dirección y el teléfono y poco más. Que un menor cogiera una peli porno, fuera o no del tema, no tenía ninguna importancia. Ahora por esas cosillas se le cae el pelo a cualquiera, pero repito que estábamos en los 80. Las revistas porno se vendían en los kioskos al lado de los tebeos y mientras no fuera algo que saliera en la tele no pasaba nada. También, como era un negocio floreciente, había un vídeo club en cada esquina. Y, por último, las películas se cogían con unas fichas de cartulina donde te ponían el número de socio, por lo que yo creo que la mayoría de las veces ni el dependiente sabía lo que me daba.
En todo caso, sí que creo poder atestiguar que por este sistema me di de alta en al menos 5 vídeo clubs diferentes, a los que iba con gafas de sol y gorra de beisbol, bien alejados de mi zona de influencia y normalmente con tíos con bigotes en el mostrador, que si había una señora o señorita me daba el doble de corte.
Y que dicho así suena muy guay, pero en verdad lo que recuerdo fundamentalmente es frustración y sensación de tirar el dinero.
Primero, porque películas del tema había en verdad pocas. Muy pocas. De hecho, la mayoría eran de folleteo convencional, pero tenían en la carátula una mujer en botas, a veces incluso con una fusta, y ya pensabas; me voy a jartar de hacerme pajas. Pero luego ponías la película y era el fontanero bigotudo con la rubia de la portada, pero en botas en vez de camisón, y yastá. Con el tiempo desarrollé un sexto sentido para distinguir eso, pero hasta entonces maldije mi suerte. No quiero porno convencional! Para eso no me juego la vida cambiando de barrio!
Segundo, porque las que en verdad recuerdo que sí eran del tema eran cutres hasta más no poder. Una de ellas, que es la sensación más nítida que tengo, se llamaba Madame P. en Edimburgo. Nada más empezar la tal Madame P. cogía un esclavo que tenía castigado en una mazmorra y me puse a mil. Sí, sí, sí, esta sí!! Y luego, al rato, en vez de ponerse en faena, me sale un tio Amo con una sumisa en una especie de hamaca y le empieza a meter cosas por el coño. Eso no es lo que yo he comprado!
Otra de las pocas del tema era algo así como LA MANSIÓN DEL SADO MASO, o algo así. Tipas recauchutadas con pelos de los 80 azotaban a un tipo gordo travestido como muestras de lo malas que son y tal. Que al principio hace gracia. Una hora con el mismo plano haciendo lo mismo una y otra vez, sin ninguna variante, ya no.
Jaime Chavarri, reputado director de cine, rodó una peli porno sado maso que no sólo alquilé, sino que compré una vez uno de ellos cerró y vendían el material de saldo. Era más mala que la tos también, y si no recuerdo mal venía a ser una pareja que invita a otra y se afustan entre ellos. Un puto coñazo.
En otra una Ama travesti ordenaba a un s chupársela. Era evidente que estaba en tal estado de embriaguez y/o drogadicción que no se le levantaba ni con una grúa, y empezó a dar latigazos en el aire, presuntamente castigando al sumiso por no darle placer. Era como ver un mono borracho con una gorra de policía en la cabeza lanzando manotazos al aire.
He estado buscando alguna de esas carátulas para ilustrar este post, pero son tan malas que ya hasta internet las ha olvidado.
Entre la escasez de material, la frustración y que con el tiempo se está para otras cosas, dejé de buscar el Santo Grial por esos sitios y me dediqué a darles una buena función; ver tranquilamente LA TRILOGÍA DE EL PADRINO y esas cosas. Siempre echaba un vistazo por si acaso, pero ya era perro viejo (tenía 18 años!) y podía distinguir un folleteo con botas de algo que en verdad se pareciera a una sesión. Y pelis de algo que en verdad se pareciera a una sesión pocas y malas. Además, pasados los diez minutos de su función…para qué queremos una hora más de peli?
Con el tiempo, pues ya saben…la vida. Poco a poco los vídeo clubs fueron cerrando, en una agonía al ritmo de los times are changing, que cantaba Dyan. Solo que ese cambio se llamó internet y pasamos de esperar 8 meses para estar en lista de espera a fin de coger una película a poder verla el mismo día del estreno en nuestra plataforma favorita.
Como he dicho, con el cierre de éstos compré a precio de saldo, quizás incluso ya en euros, algunas de esas pelis. Las tiré una noche de verano en que era muy hermoso no pensar ni querer. Me ocupaban espacio, eran malas y tenía ya mi primer disco duro de cosillas del tema recién bajadas de internet. Y eso que el mono borracho tenía su aquel, porque le quedaba bien la gorra.
A día de hoy tengo ya unos mil discos duros llenos. Y encima buenos, lo mejor de lo mejor, no una escenilla de mala muerte y poco más, si no lo más granado de la filmografía sado mundial. Y gratis y legales (esto último creo..). No echo de menos, ni de lejos, estos tiempos cutres de ir a la otra punta del pueblo a ver si alquilaba alguna peli que acababa en paja frustrada.
Pero, como toda memoria sentimental de la juventud, tiene su parte de encanto, aunque sólo fuera por eso, porque éramos jóvenes. Hoy quería compartir con vosotros esta mierda que, en verdad, no tiene más.
Por eso, niños y niñas, cuando regateeis porque la suscripción a only fans cuesta una miseria, pensad en la de pasta que me gasté yo en estas mierdas de friki y el cabreo que pillaba por ello.
Lo dicho, una guerra tendríais que pasar.
La semana que viene retomamos las entrevistas el jueves, recuerden, que hasta ahora no hemos fallado ni uno y pensamos seguir así.
Tengan cuidado ahí fuera.
Spirit de Miss K
1 comentario:
"(...) la de pasta que me gasté yo en estas mierdas de friki y el cabreo que pillaba por ello."
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