CONTRATO CON DIOS

Pues de los tropecientos temas que tenemos pendientes, hoy hablaremos de los contratos que se hacen entre Dom- sum. ¿Qué finalidad tienen? ¿Son jurídicamente vinculantes? ¿Cómo son, qué ponen? Ah, misterios indesvelables que vamos a desvelar, siquiera un poco. Ilustran unas amigas que no tenían nada mejor que hacer, que ilustrarlo con fotos de legajos legales me parecía muy poco erótico.

Ni es lo mismo ni es igual, pero antes quisiera decir que el amigo Gusano en su blog, hizo un escrito (bueno, lo hizo su Ama) en el que habla si es delito o no el bdsm y el marco legal. Aquí, fiel a nuestro estilo, seremos menos didácticos y más marrulleros, pero pasaros por allí.

A lo nuestro:

Muchas parejas bdsm formalizan una especie de contrato donde quedan establecidas las bases de la relación Dom- sum. Del tipo “el esclavo X declara que pertenece a la Dómina Y. Sus obligaciones serán: 1-fregar los platos de lunes a domingo.2-Ser utilizado cuando la Dómina considere por cualesquiera de sus múltiples orificios. 3- No masturbarse sin permiso.” Y así con todo lo que se os ocurra. Mola, no?

La primera pregunta que se nos ocurre es si dichos contratos tienen algún valor legal. Ya hemos dicho que Gusano ha entrado en la materia, pero es que a mí también me hace ilusión ponerme en ello e incluso he traído a un experto en leyes, el profesor John M. Spiritus, de la prestigiosa universidad de Villabotijos del Pinar (bueno, soy yo mismo desempolvando mis antiguos apuntes de derecho, pero mola esto de decir que se contrata a un experto).

-Profesor, ruego nos responda a la pregunta. ¿Qué validez jurídica tienen este tipo de contratos?

-Con mucho gusto, Señor Spirit. Tienen la misma validez jurídica que un cubo lleno de mierda.

-Muy gráfico, profesor. Y..er...lo podría argumentar un poco más?

-Podría, pero he quedado con un colega para tomar cañas y no me apetece perder el tiempo asesorando gratis en un blog pestoso. Adios.

Bueno; esto lo puedo argumentar yo mismo que hasta ahí llegan mis apuntes. Igual que un cabo no puede contradecir a un general so pena de consejo de guerra, una ley inferior no puede contradecir a una ley superior so pena de nulidad absoluta de la misma.La Ley Suprema en el Reino de España es La Constitución, la cual establece claramente no sé qué tontería de los derechos humanos. Ergo un contrato privado que establezca, en letra o espíritu, que un ser humano “pertenece” a otro y que este otro le puede pegar, sodomizar, prostituir, obligar a fregar los platos y demás cosas deleznables, (sobre todo ésto último), pues como que no pasaría la primera fase.

Esto es algo básico y de sentido común, no? Pues no. Yo todavía me acuerdo de haber asistido, en mis primeros años por estos mundos, a una argumentación de un Amo, entrado en años y con corbata, que afirmaba más allá de toda duda razonable que los contratos bdsm tenían validez legal. Y recuerdo que durante un instante incluso me hizo dudar, novato que era uno, pero ya me rondaba la impresión de que aquí había mucho listo que afirmaba verdades absolutas sin tener ni idea (como yo, pero yo digo paridas).

Bueno, pero queda alguna cosilla al respecto. Digamos que durante una sesión un Amo tiene un accidente y se le va un poco la mano. Y hay que llevar a la sumisa al hospital. Como las instituciones están muy sensibilizadas con la violencia de género, y con razón, a la par que atienden a la mujer llamarán a la policía para ver qué ha pasado exactamente.

¿Puede un contrato de este estilo servir de...er...atenuante/ soporte/ prueba/ explicación/ argumento/ justificación a fin de demostrar que sólo era un juego sexual y que ha habido un accidente?

Pues sería un buen argumento para algún capítulo de “Ley y orden”, por que yo no lo sabría decir exactamente, que mi campo es otro.No obstante, diría que sí de no mediar denuncia expresa de la sumisa.

Y el caso contrario, el de un maltrato real expresado en forma de bdsm y justificado mediante un contrato? Pues yo diría que en ese caso lo que prevalecería es la denuncia de la mujer.

No obstante, ya digo que sería un buen campo para alguna serie de ficción. Para no sembrar dudas ni miedos, repetiré lo que dice mi colega Bitelchús/ AMO/ Carlos, ese ser despreciable que es Amo y, por tanto, mala gente; “conozco a muchas mujeres que han acabado en el Hospital por culpa de sus parejas convencionales. No conozco a ninguna que lo haya hecho por practicar bdsm”.

Y dicho lo cualo vamos al siguiente punto: si no tienen validez jurídica y no necesitamos buscar excusas...¿para qué se hacen?

Pues por que nos dan morbo,claro. Esa es la clave. Siquiera intuitivamente, sabemos que esto de una relación Dom- sum no es más que un teatro donde representamos un papel, por mucho que Elise Sutton nos lo presente de condición natural y tal. Pero nos gusta darle un aire de verosimilitud. La liturgia, el rito, el procedimiento, el barniz de realidad que nos lo hace creer más, por mucho que no deje de ser más falso que la falsa moneda esa que cantaba la Piquer.

Mi Maestro, ese que pasa de mí olímpicamente pero que al menos me hace caso cuando le llamo, me dió la clave para entender los contratos bdsm: “lo ideal es poner en él todo aquello que nos da morbo (ese noble sentimiento), e intentar cumplirlo como si fuera un contrato de verdad precisamente por ello”. Sabias palabras de Dejud, al que le envío un cordial saludo.

Y ahí está la clave. Por que, claro, lo demás es absurdo. Digamos que yo tengo un contrato bdsm y...er...la obligación de fregar los platos de lunes a domingo se me olvida misteriosamente. En virtud de ese contrato me pueden azotar hasta la extenuación por no hacerlo, pero es que...er...me duele la espalda y no me presto. ¿Qué va a hacer el Dom? ¿Ir al juzgado y presentar una demanda? ¿Llamar a la policía y obligarme a poner el culo en pompa con las fuerzas del orden? ¿Que tengo un contrato con ella que registramos en el Carrefour? Pues el Dom dirá que me den por culo, si, pero por imbécil, que para qué quiero una relación Dom- sum y luego hacer el teatro de ponerla por escrito si hago lo que me sale de las pelotas.

Yo nunca he hecho contratos en mis relaciones por que no me ha dado morbo y por otras cosillas que no vienen al caso, que alguna que-yo-me-se resumiría en que no iba a cumplir ni una línea. Bueno, miento; con mi primera Ama hice uno que empezaba, por supuesto, con “La parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la segunda parte.” Me dijo que para reirnos un rato vale, pero que como se me ocurriera enseñar eso por ahí me daba una patada que me enviaba a la Patagonia, a ver si la iban a expulsar del club de Amas por semejante aberración. Y eso que ni siquiera ponía lo de “firmar con sangre, a ser posible menstrual”.

Y es que es verdad que, bien hechos, los contratos pueden ser perfectamente morbosos e incluso muy bellos literariamente. Morbosos por que todo lo que nos gusta lo podemos reflejar y dar un viso de realidad. Bellos por que también podemos reflejar la entrega y la pertenencia.

Yo he leído por la red contratos llenos de poesía, normalmente de sumisas, que tienen una sensibilidad exquisita y un valor literario excepcional, expresando no sólo obligaciones si no entrega.Y es que somos raros incluso para hacer contratos. Puede que seamos el único colectivo en el mundo que hacemos algo bello y morboso de un contrato, que no deja de ser un tocho aburrido hasta la muerte.

Y un último apunte un poco capullo. En los contratos deben figurar los deberes del sumiso, por supuesto, pero también los del Dominante, que no deja de ser un contrato entre las partes y, hombre, alguna obligación también tendrán, no?

Pues fin del tema que tampoco tiene más. La semana que viene ya estaremos en plena primavera, si no me falla el reloj, y aprovecharemos para alterarnos la sangre hablando de filias y fobias. Las mías, en concreto, face sitting incluido.

Hasta entonces tengan cuidado ahí fuera y sean buenos o malos en su justa medida.