
Tercer y último capítulo de lo que podríamos llamar “La Trilogía de la Prostitución más o menos sado”, compuesta por este
post, este
otro y el que se supone vas a leer. Y para dar fin al tema qué mejor que algo de cotilleo, chaferdería y marru, como es algunos apuntes de cuando yo era usuario de este tipo de servicios. Así que, en primera persona, he aquí algunas anécdotas, reflexiones y demás versadas en aquellas calendas. Ilustra Jordi Bernet y su “Clara de Noche”, o “Betty by the hour” para los que prefieran el internacional.Agradezco a Lady Vanitas que me inspirara el título mediante un comentario suyo, que creo que refleja en una frase lo que a mí me cuesta unos 4 folios.
Para empezar, copiar y pegar algo que ya he dicho y repetido cual ajo; que es una gripe que hay que pasar, pero a la larga (o a la media) deviene algo estéril, vacío, por que sacias el deseo inmediato pero luego se echa en falta la autenticidad de una sesión. Es más; yo dejé de acudir a profesionales en el momento en que fui a un gabinete y me dí cuenta de que estaba más pendiente de la paja que me haría después que en la sesión en sí.
También es verdad que tardé un poco. Veamos; yo he ido con profesionales desde los 23 años, más o menos, hasta los 27. Iba una vez al mes, aunque si tocaba paga extra quizás iba dos, y normalmente solía cambiar por que ya que pago para ir con mujeres, mejor probar cuantas más mejor, que la novedad forma parte del morbo. Esto hace algo más de medio centenar de sesiones en todo ese tiempo, más alguna recaída ocasional desde entonces hasta día de hoy, a punto de cumplir los 36.Redondeando pongamos unas 60...joder, tantas?
¿Por qué acudí? Tenía unas fantasías más fuertes que yo y no veía forma de saciarlas por que no existía internet y no sabía como conocer gente afín, ya lo he dicho, no me tiréis piedras por putero, soy inocente, la culpa es de la sociedad que me hace pagar para obtener lo que quiero, que soy catalán y no me gusta rascarme el bolsillo, pero era eso o volverme loco. ¿Los términos? Comprar el períodico y llamar a las que ofrecían un servicio de sado, eligiendo a la que fuese en base a mi capacidad económica, buena combinación de metro y receptividad-impresión a la hora de coger el teléfono.
Aclaro que por mi nivel pecuniario de asalariado corriente y moliente nunca estuve con ninguna dómina de renombre o de alto stánding (aunque tampoco eran chicas de calle, como he dicho). Ya me costaba pagar las por entonces 10,000 o 15,000 pesetas que costaba un servicio como para ir con alguna de más nivel. No sé, igual hubiese sido la leche, pero lo cierto es que hoy en día veo a las profesionales de renombre que salen en la tele, tipo Mónica, Erika y demás, y me suena a que no sólo no me perdí gran cosa si no que encima salí ganando al hablar diferente idioma que esta gente, que en su conjunto me parecen unas gilipollas que se creen algo por ir de Mistress.
En todo caso sí que es cierto que me quedé con ganas de ir con
Dómina Zara y más de una vez estuve a punto de llamarla. No me atreví, no sé si por que consideraba que jugaba en otra liga o por que temía que me cobrase muy por encima de mis posibilidades y para hacer el ridículo ni llamo, que por aquel entonces no había l

a tarifa plana de moviestar. Da igual; con el tiempo la he conocido y llamado amiga, así que es bueno ir pasando etapas para luego aprender de ellas.
En mi largo o corto peregrinar con profesionales me he encontrado un poco de todo, y he probado el método científico de ensayo y error hasta tener claras unas cuantas cosas. Sin mucho orden ni concierto, vamos a intentar exponerlas:
Ya expliqué
aquí mi primera experiencia sado, bastante desastrosa. La segunda fue bastante mejor. Ahorré un poco y elegí una profesional más cara que trabajaba en un gabinete que se anunciaba como exclusivo de sado, ya que por aquel entonces ni el tato sabía que era el bdsm.Todavía no había desarrollado mi encantadora personalidad ni conocía bien los entresillos de estas prácticas. Creo que le dije, entre más o menos balbuceos nerviosos y algo patéticos, que me gustaría lamer botas y que me atase. Puede que me preguntarse si quería lluvia o consoladores y yo le mirase horrorizado preguntándome qué estaba diciendo, por favor, esconda eso de mi vista que me mareo. Y azotes flojitos, por favor, que soy de porcelana. La tipa debío de pensar “vaya pringao”, pero como la sala estaba bastante bien equipada fue pasando el rato atándome de aquí a allá hasta llegar a los 40 minutos pactados y yo más feliz que una perdiz, sobre todo en comparación con lo que había tenido hasta ahora.
Ya no recuerdo más sesiones en orden cronológico, la verdad. Bueno, más o menos puedo ir sacando alguna cosilla aquí y allá, pero como tampoco son las crónicas de la era Hyboria no hace falta tanta exactitud. Supongo que poco a poco, al ver que no me mataba ningún chulo de ninguna paliza, al ver que en esto de los pisos había su higiene y era preceptivo el uso del profiláctico, al ver que la poli no hizo ninguna redada mientras me corría, acabando en el cuartelillo llorando pidiéndo el comodín de la llamada a mi madre, al ver que todo transcurría con más o menos normalidad...pues iría adquiriendo poco a poco seguridad que, junto con la experiencia en ir sabiendo lo que quería y cómo transmitirlo, haría que las sesiones se fueran desarrollando mejor.
Normalmente, en muchos gabinetes te presentan unas dos o tres chicas y puedes elegir la que más te guste. Siempre me he sentido incómodo en eso. Nunca me ha gustado elegir las chicas como si fuesen ganado. Le decía a la Madame o encargada o lo que quiera que fuese que no hacía falta, que buscaba a alguna que entendiese del tema y que fuese buena en él, que me daba igual el físico mientras llevase vestimenta fetichista y dominase el sado. Si insistía en presentarme a 3 por que las 3 entendían y eran buenas (qué iba a decir!), he de confesar que siempre me inclinaba por la de belleza menos convencional (la más fea, si queréis expresarlo así). Normalmente solía ser la mejor. Hubo una vez que sólo había una por ser víspera de festivo o lo que fuese, y era un bellezón increible que no me extraña a día de hoy salga en la tele por haberse tirado a Ronaldo o así. Objetivamente, era una tipa 10 de esas que piensas que ni pagando puedes tener. Bueno; pues a mí me sentó mal por que yo ese día quería una en concreto, que había probado con anterioridad y que era la caña en sado, objetivamente mucho más fea, pero nada, a joderse, me tuve que conformar con la modelo.
Más o menos por aquel entonces el ir con una profesional del tema se transformó en la búsqueda del tesoro. El tesoro era alguna que supiera en efecto de qué iba la cosa y con la hubiera buen fill in. Ya dijimos la semana pasada que no toda que lo decía era experta en estas lides. Tenía más o menos dos reglas, que fui desarrollando según veía el percal:
La primera, exponer bien lo que quería y las condiciones antes de la sesión. Si no se cumplían, pese a que me hubieran dicho que si, evidentemente no podía pedir el libro de reclamaciones ni exigir que me devolvieran mi dinero como en el Corte Inglés. Pero

ese sitio ya estaba marcado con una cruz y jamás volvía, exagerando mi frialdad al acabar el servicio para que se diesen por aludidos. Veo que en estos tiempos de internet hay foros, blogs y chats donde clientes cuentan sus experiencias con prostitutas, recomendando algunas y avisando de otras. Si en esos tiempos hubiera tenido yo estos medios no me cabe duda de que hubiera hundido a más de una y encumbrado a alguna otra.
La segunda, no volver jamás si incurrían en dos cosas que me daban especial rabia; una que no cumpliesen el tiempo pactado. Si se había dicho una sesión de una hora, pues había de ser de una hora (diez minutos arriba o abajo), ya que esto del bdsm una de las cosas que tiene es que se puede controlar el orgasmo tanto como quiera la parte dominante. Si la sesión de una hora se traducía en 20 minutos y córrete rápido que he quedado luego con otro, pues vaya mierda, no vendas un tiempo pactado, y como estamos en lo mismo de que no puedes si no aguantarte (a no ser que quieras dar explicaciones ante...a saber quién), pues eso, cruz y raya por mentirosos y habéis ganado 40 minutos pero perdido un cliente.
La otra era que me cobrasen “suplementos”, del tipo; “¿quieres travestirte? Son 2000 petromortadelos más”.-Pero si ya he dicho antes que quiero y me habéis dicho que sí. -”Sí., pero son 2000 petromortadelos más”. Entonces me cortaban el rollo que no veas y ya acababa como buenamente podía con el ánimo de no volver jamás, eso sí, sin pagar un sólo petromortadelo más con contestaciones del tipo “pues nada de travestismo, que he de ahorrar para ir a otro sitio”.
En realidad, esto es como cualquier cuestión comercial. Digamos que vas a comprar...no sé, un mueble. Volverás a la tienda que te reciben con una sonrisa, te facilitan la elección, ves que el vendedor conoce el género y se adapta a tus posibilidades y te ofrece lo que pides sin timarte ni venderte la moto. Si topas con un vendedor antipático que quiere que cogas cualquier cosa y te larges, y encima te dice que has de pagar por ver el género, intentando colarte unas tablas llenas de carcoma, dudo mucho que compres algo y menos que vuelvas, no? Pues siendo mercantilistas, aquí pasa lo mismo.
Sí que era bastante condescendiente cuando veía que la chica no tenía mucha idea de sado, que alguna que otra me tocó. Si ponían intención y voluntad, no había problema, aunque te atasen con el nudo de los cordones de los zapatos y a los diez segundos ya estuviera flojo. Lo que me molestaba era la apatía, los timos, las prisas, la dejadez. Recordad que siempre estoy hablando de un contexto como el expuesto en el post anterior, aquello de la libertad de elección y abajo el esclavismo sexual y tal.

Como me planteaba estas sesiones como lo que eran, encuentros sexuales, ni se me pasó por la cabeza ir con ninguna dómina fija, por aquello de que en la variedad está el gusto y de que muchas veces era más emocionante el ver cómo era la nueva chica o cómo manejaba la situación que la sesión en sí. Sin embargo, cierto es que tras alguna experiencia decepcionante como las descritas arriba, en el encuentro siguiente iba a lo seguro y no me la jugaba con sorpresas, yendo a algún gabinete que ya supiera o preguntando por alguna con la que ya hubiera estado y hubiera ido bien. En ese sentido, no me duelen prendas en reconocer que EL PLACER DEL CASTIGO, ubicado en la calle Villaroel de Barcelona, es la casa de relax con sala equipada donde más a gusto he estado y más han cumplido mis expectativas. Hubo una, que dudo que esté tantos años después, de nombre Mary, (bueno, que me dijo que se llamaba Mary), con la que hubo bastante buen fill in y repetí en alguna ocasión, por que la mujer sabía en verdad lo que hacía.
En realidad tampoco tengo especiales anécdotas que contar. Recuerdo una dómina alemana que me puso a cien con sólo su acento y su porte brabío, con la que probé por primera vez las esposas y que me hizo cantar estando atado. Como elegí “Mediterráneo”, de Serrat, sonrió y me regaló un cuarto de hora más de sesión por haber elegido su canción favorita. Siempre me quedó la duda de si era cierto o fue fingido. Recuerdo mi cara de asco y aprensión cuando la Mary me hizo por primera vez en la vida una lluvia dorada y estuve una semana con miedo por si había pillado algo pensando que a saber los componentes del meado de estas mujeres y que si me ha caído en la retina se me puede contagiar y no sé que paja mental más (luego supe que estos pisos tienen más controles higiénicos que la CIA, pero nunca está de más ser precavidos).
Recuerdo una negra en la calle Enteça que me quitó la mordaza corriendo por que en mitad de una sesión me llamó mi madre al móvil para saber dónde coño estaba y si iba a ir a comer. Recuerdo un travesti, mi único y cuando estaba más bregado, cuya sesión de una hora se transformó en dos horas y pico besándonos con lengua

y pasión a la luz de la luna.
Y recordar...lo que se dice recordar...no recuerdo gran cosa más. Quizás como prueba de lo que hemos hablado, de la futilidad de estos encuentros, de lo vacío de los mismos. Si, estrujándome un poco el cerebro recuerdo alguna cosa aquí y allá, pero nada de interés.Vamos, que sesenta sesiones y sólo recuerdo cuatro cosas, un poco triste, es verdad.
Entre las sesiones de cal y las de arena más o menos se pudo construir una casa decente. La casa es haberlo probado y quitado el ansia. Llegó un momento en que el ritual de ir con una profesional del sado no me aportó nada y me di cuenta. Y entonces dejé de ir sin más. Y luego me instalé internet y vino la
segunda parte de la historia.
No me quiero repetir demasiado, así que las conclusiones que puedo sacar es lo ya expuesto. No hay más, pero tampoco hay menos.
Sólo un par de apuntes para acabar. El primero, no puedo decir que hice amistad con ninguna profesional, aunque siempre fui amable, educado y considerado (o al menos así lo creo), pero sí que llegue a tener cierta confianza con un par de ellas, aunque sea la misma confianza que se tiene con la cajera del súper o similar. Cuando les pregunté si era un cliente difícil, pregunta que siempre que lo consideraba hacía (aunque sólo fuese para hablar de algo mientras me ponía los pantalones), siempre me contestaban lo mismo: “no, para nada, NORMALMENTE LOS QUE PEDÍS SERVICIO DE SADO NO LO SOIS”. O sea, que seremos unos pervertidos, pero algo tenemos bueno. Queda en la lista de post pendientes si los usuarios de servicios de sado somos mejores, en comportamiento, que los usuarios de servicios convencionales, aunque yo diría, ratificado por dos que saben del tema, que sí. Básicamente por que buscamos algo más específico, por que el llegar a comprender estas fantasías hasta el punto de atreverte a probarlas requiere de una cierta sensibilidad y cultura y por que los sumisos somos gente lista, guapa, educada y formidable, amén.
Lo segundo es echar la vista atrás y pensar qué habrá sido de esas mujeres. Sé que el PALACIO DE SADO sigue abierto a día de hoy, por que tiene puesto su anuncio en el periódico (esto..er...me lo ha dicho un amigo), pero dudo que casi diez años después esté la MARY. Y tantas otras cuyos nombres no me acuerdo, o quizás nunca los llegué a saber, o qué más da por que de todas formas eran falsos.¿Se seguirán dedicando a ésto? ¿Se habrán retirado y serán señoras felizmente casadas? ¿seguirán practicando el sado con sus parejas, o tendrán un trabajo de 8 a 17 y querrán olvidar esa etapa?¿Pensarían por dentro que vaya panda de pervertidos, frustrados y tarados les tocaba? No lo sé, y seguramente nunca lo sabré.
Un inciso; contaba Dómina Zara en sus memorias, de obligada lectura para la gente de bien, que ella empezó en esto de la prostitució

n por necesidad y, con ello, devino ofreciendo servicios de sado por lo mismo, sin comprender muy bien la magia y pensando que qué cosas más raras le pedían esos tipos. Pero hablando con los sumisos-clientes, que como sabemos son gente lista, guapa, educada y formidable, amén, poco a poco fue comprendiendo su magia y al poco disfrutó y disfruta de este fascinante mundo como la que más. Me gusta creer que alguna Zara ha salido de todo aquel batiburrillo de chicas cuyos nombres he olvidado.
En fin, a todas las que me atendístisteis, incluso a aquellas que me timásteis o pretendísteis timarme; siento que os tuvíeráis que ganar la vida así. Siento si en algún momento os di alguna complicación, aunque espero que no. Siento si no me acuerdo de todas vosotras, ni de vuestros rostros, nombres, cuerpos. Siento si no os gusté, aunque pretendí hacerlo. En fin; siento todo esto, pero en verdad y pensando en frío tampoco tengo motivos para sentir nada; intenté portarme bien y facilitaros la labor, pagué lo pactado y aunque supongo que fue una parte de vuestro trabajo al menos espero no haberlo hecho demasiado desagradable. Y si no, pues haber estudiao.
Pues esto es todo, que no es poco. La semana que viene nueva entrega de la fabulosa serie “placer culpable”, con unos cuentos de mis amores más queridos. Hasta entonces tengan cuidado ahí fuera y sean buenos o malos en su justa medida.