ANÉCDOTA

Tengo un colega que es Amo. Y, pese a ello, es colega. Vivimos cerca y de tanto en tanto quedamos para tomarnos unas cañas y chuparnos las pollas mutuamente (metafóricamente hablando). Un día que no tenía nada mejor que poner incluso le hice una entrevista y la publiqué en este nada humilde espacio.

Es curioso ver como gente que de otra forma no se hubiera conocido por tener diferentes circunstancias generacionales, sociales, etc..., gracias a una afición común (en este caso, el bdsm), acaba siendo amigo. La cosa es que con la tontería hace ya un buen montón de años que nos conocemos. No diré quien, pero hay quien dice que nos llevamos bien por que somos los dos igual de capullos. En todo caso eso da igual. Ah, no he dicho el nombre, se trata de Amo Bitelchús/ Carlos/ AMO...en fin, como diría Chespir, ¿qué importa un nombre? Nombres y personas son totalmente prescindibles para lo que quiero narrar.

Lo que quiero narrar es una conversación que tuvimos hace ya tiempo, tanto que ni me acuerdo. Pero la conversación sí que me quedó marcada. Estábamos en una terraza de Hospitalet tomando unas cervezas por que...er...hacía mucho calor. Y, como siempre, empezamos hablando de lo humano y lo divino, y, como siempre, ambas cosas las asociamos al bdsm. Bueno; en un momento dado dije algo así como que el bdsm no era para tanto, que al fin y al cabo era una fantasía, un juego. Y el muy capullo me contestó, textualmente:

-”Sí, pero es una fantasía que te ha condicionado gran parte de tu vida, que te ha hecho hacer esfuerzos y gastar tiempo y recursos de una manera que pocas cosas en tu vida han hecho, por la que has realizado barbaridades y que te seguirá condicionando digas lo que digas y hagas lo que hagas”.

Y entonces se giró para ver a una tía buena que pasaba por allí y le escupí en la cerveza por que nadie que de en el clavo ha de quedar impune.